
Bolívar, rectificador de España y América. Sobre como Bolívar liberó Colombia y América y (también) a España
Antonio Nadal
“Sépase que Bolívar fue el Gran Rectificador. Rectificó a los americanos y también a los españoles”. Pablo Antonio Cuadra.
“Los jesuitas apoyaron la revolución como un medio para salvar a América del ateísmo imperante en España y parte en América. Actuaron en cumplimiento de una obra misionera”.
“Culpa es de España y no de América”.
«¡El español supera en nosotros!», dice el Libertador en alguno de sus borradores cuando se refiere a la decadencia española, debido a la corrupción de sus políticos y a la incapacidad de aquellos.”
“Cuando comenzó a lograrse la obra realizada en los campos de batalla, el estadista (Bolívar) se convirtió en un temperamento antidemocrático en el sentido moderno de la palabra. Esto es, que no creía que la libertad se lograba en un estado inorgánico, aislado de la realidad. Fue, en este aspecto, un positivista del más puro cuño.”
“Cuando lo británico y lo germánico y lo eslavo y lo nipón luchan ferozmente por la hegemonía del mundo, ¿es admisible que los pueblos hispánicos permanezcan fraccionados y en ebullición, más que a su propio robustecimiento? J.A. Casariego”
El Gran Rectificador es la definición más generalizada, – por obligación- en la trayectoria política del personaje, Simón Bolívar. Hemos trabajado, entre otros, con los artículos de Guillermo Camacho Montoya, de la Academia Caro, en La Revista Colombiana que trata de concretar el concepto y la realidad política que lo informa.
El debate sobre La Hispanidad, artificial de no ser por la insistencia en la proclamada e “indiscutible supremacía intelectual” del conservatismo colombiano sobre España, se suscitó en un intercambio de opiniones con el Director de El Alcázar, de la pluma remosadora de J.E. Casariego, en los difíciles años de 1940-41, En la Academia Caro, en varias sesiones, Álvaro Gómez Hurtado, Gabriel Carreño Mallarino y el mismo Francisco Fandiño Silva, fijaron «posiciones” que enunciaremos.
1.-Entendemos la hispanidad como el conjunto de los pueblos de origen ibero-portugués, enlazados entre sí por una unidad de destino, al decir de José Antonio. No significa esto la restauración ambiciosa de España en volver a gobernar en los pueblos que señorearon antes su bandera en América. No. La España que hoy refulge sobre las cenizas de sus ciudades derruidas, no fue ni tiene médula fenicia. Sobre esto no existe discrepancia. Uno de los exégetas de la Hispanidad lo aceptó por anticipado. «No tengo el menor interés en que los empleados de Madrid vuelvan a cobrar tributos en América», escribió el gran Don Ramiro de Maeztu.
Nada original en las versiones tradicionales de la Hispanidad, entre los españoles y los americanos. Sin embargo “el nacionalismo conservador” colombiano, especialmente, pese a estar alineado con José Antonio (y con Franco) quiso superar al elemental nivel intelectual del régimen de Franco cuando se despeñaba provisionalmente por su política pro-eje. He leído discursos, entrevistas al general Franco, al falangismo (que puede representar Casariego), a los grandes pensadores que formaron el Consejo de la Hispanidad y aquellos lejanos al régimen. En parte alguna y bajo ningún concepto, se entendió el Hispanismo, sino como idea espiritual y de hermandad con las repúblicas americanas. Insisto en ello, recordando que el debate se suscita en 1940-41, periodo más cercano al Eje. Varios años después, se liquida el Consejo de la Hispanidad y se proclama la “unión “con los EEUU en el futuro de Hispanoamérica. En 3 años la política exterior de de Franco abandonada la línea Serrano Suñer.
Las fechas,40-41, de extrema debilidad de España, son aprovechados por los conservadores para “inflar” el Hispanismo con corrientes y autores que nada tuvieron ni podían ser relacionados con la Hispanidad.Es el caso de Maurras que, pretenden, convertir en un apóstol de la Hispanidad.
Si fuéramos a completarla, necesitaríamos de una extensa tirada, porque leyendo » La Ciencia Española» de don Marcelino Menéndez y Pelayo puede apreciarse mejor la enorme aportación de España a la cultura universal y el cúmulo de ensayos y libros que ha despertado en las lenguas más usuales.
Maurras, heredero espiritual en parte del autor de «El Greco o el Secreto de Toledo», ha hablado repetidamente de lo que ha sido la evolución española y de cómo, con ella, habrá de reconstruirse algún día, el Imperio Católico Hispánico. Maurras tampoco es de los citados como hispanistas. ¿Por qué? Sencillamente porque esa clasificación obedece para los que han limitado a España a una curiosidad de museo. Esta clase de hispanistas no les sirven a ellos, pero la clasificación que hacen tampoco es para nosotros.
Con no pocas razones podríamos afirmar que aquellos hispanistas que hoy recuerdan ciertos escritores, lo son principalmente por los aspectos que podríamos llamar de enemigos de España(sic)
Discusión con Casariego y las obviedades colombianas.
Entonces ¿cómo es que va a realizarse la Hispanidad, preguntarán algunos? Se interrogaba el conservatismo colombiano.
Retorica inútil. España no tenía energías, ni fuerza, ni ejercito…aun queriendo, en la política exterior de España no cabían más posibilidades que la proyección doctrinal “espiritual “o religiosa de la vieja idea de la Hispanidad. España sobrevivía entre el hambre y el equilibrio internacional.
Los brillantes conservadores colombianos no dejaban de responderse, reiteradamente, en los principios que informaban el Hispanismo. Con alabanzas a la historia de España y los frutos cosechados en América, retoma la crítica insólita el conservatismo, a la misma España. Incomprensible.
A.-España al hinchar sus carabelas con los mejores atributos de su esencia no lo hizo en 1492 con el criterio comercial, de otros pueblos. A la reina doña Isabel y al Rey don Fernando los impulsaba el mismo sentimiento que en siglos anteriores habían conducido a las cruzadas; el mismo que entonces llevaba sus pendones a varios otros puntos de Europa.
B.- Las leyes de Indias organización del Hispanismo que califican como el más sabio monumento de la jerarquía en el trabajo del hombre y en la defensa del mismo, sin consideraciones raciales ni desigualdades sociales. Al estudiarlas, comparativamente, con lo que hoy existe, se aprecia la profundidad de sus justicieros y evangelizadores conceptos. Allí se establecieron, entre muchas conquistas que hoy pretende reclamar para sí el comunismo, el contrato colectivo de trabajo, la jornada de ocho horas y mil reivindicaciones más (Ver Leyes de Indias, libro 6º, título X XII. VV. Leyes 16 y 19).
España se anticipó a muchos profetas demagógicos cuando resolvió el complejo problema del trabajo en relación con los indios o nativos del país. Estableció principios igualitarios, jerarquizando el trabajo. Le daba regularidad y estabilidad.
C.-No era tampoco una colonia. En ningún documento oficial se «habla de las colonias de América»; y en todos se las nombra como «dominios de la corona», parte integrante de ella, prolongación suya, más allá de los mares. Había virreyes. Es decir, un trasplante de su propia autoridad. España evangelizaba, para luego englobar aquellas tierras a su propio
ser. Así fue creándose América a imagen y semejanza suya.
En el proceloso camino de las “disidencias” nada nuevo u original. Contradictorio.
Porqué se produjo la desmembración del Imperio español.
1.-La causa esencial: El Liberalismo español.
“No fueron Miranda, primero, y Bolívar, luego, quienes iniciaron su fragmentación”
España, mantenía el conservatismo colombiano, como nosotros los pueblos de América, hemos padecido lo que alguien llamó el complejo de inferioridad. Los españoles del siglo XVII, que eran superiores en el mundo(sic), rindieron, sin embargo, homenaje a otros hombres de Europa, interesados en descuajar su imperio y entrar a repartírselo.
Al iniciarse el siglo XIX ya se había formado, en España, una escuela liberal; habían aprendido lo afrancesado y lo tenían digerido. Eran instrumentos ciegos e inconscientes de la destrucción de España. Por el contrario, en América no existía, bien formado, un criterio liberal. Muy poco era lo que se había leído de Montesquieu, de Voltaire o de Rousseau; sólo años más tarde, después de 1810, fue Bentham el autor que hubo ejercido más influencia; una casa traductora de aquel vendió, sólo en América, más de 40.000 ejemplares de sus obras.
He leído casi todas-desde luego las clásicas-obras sobre Bentham. Existen accidentes, epifenómenos y hasta milagros. ¿Que pintaba Bentham en la tradición-liberal o conservadora-colombiana? Es un hecho histórico absurdo. La sumisión al “francés “de toda la cultura colombiana se entiende-o simplemente es el instrumento a mano-contra España, y especialmente, contra la Iglesia Catolica.Entronizar a Bentham, por decreto e imposición, es uno de los acontecimientos de más bajo nivel de las repúblicas americanas. Y sobre los efectos de esa especie de “secularización “de un personaje menor, desconozco las generosos y brillantes “creaciones” en la cultura colombiana, hoy reconocibles.
2.-EXPULSION DE LOS JESUITAS. -Como el segundo elemento clave para la Independencia.
Remarcable el error cometido por Carlos III con la expulsión de los jesuitas. Aquel monarca estaba dominado por una camarilla de políticos imbuidos en ideas disolventes y labrados del más exagerado liberalismo.
Puede parecer paradójico el hecho, pero es evidente: «La dispersión de la orden jesuita hizo tanto por la independencia de la América del sur como el ejemplo de los Estados Unidos, la propaganda de la Revolución francesa y el estímulo y protección de Inglaterra» (Albert Sorel «Europe et la revolution francaise» T. 1.). Enrique Villalba Pérez: Consecuencias Educativas de la Expulsión de los Jesuitas de America.Biblioteca del Instituto Antonio de Nebrija de Estudios sobre la Universidad.2008.
La expulsión de los jesuitas tuvo indudables e importantes consecuencias en el proceso del Independencia de América. Alfonso Alfaro, en la diversidad de opiniones, lamentaba su perdida:
“Cuando los jesuitas se fueron, el país perdió una elite intelectual que tenía contacto orgánico y natural con las elites empresariales porque eran sus parientes, sus amigos y habían sido educados en sus colegios. Es el tipo de heridas que ya van dos siglos y todavía no cicatrizan”.
Además de los cambios en las corrientes doctrinales, no debe olvidarse la hostil posición de algunos jesuitas expulsos y concretos en el universo pre independentista. Destaca sobre todos los peculiares personajes peruanos Viscardo:
Batllori, Miguel . -El abate Viscardo: historia y mito de la intervención de los jesuitas en la independencia de Hispanoamérica – Madrid, Mapfre. L 1995.
Sólo Miranda, masón, volteriano y escéptico, fue el único de los iniciadores del movimiento de la independencia que habló en un lenguaje categórico; que proclamara como necesaria, la separación de España. Miranda contó, para ello, además, con la ayuda de los jesuitas:
Antonio Gutiérrez Escudero. – Juan Pablo Viscardo y su “Carta Dirigida a Los Españoles Americanos”. Escuela de Estudios Hispano-americanos, CSIC. Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades. Año 9, Nº 17 Primer semestre de 2007:” Consciente quizás Miranda de que no todos sus conciudadanos, como él les llama, estaban en condiciones de alcanzar a comprender los auténticos fundamentos que habían originado el plan emancipador, incluye en la citada Proclamación el texto”
¿Quiere esto decir que los jesuitas, una orden archiespañola, puesto que su fundador Iñigo de Loyola, era castellano de cepa estaban entonces contra España? De ninguna manera. Los jesuitas apoyaron la revolución como un medio para salvar a América del ateísmo imperante en España y parte en América. Actuaron en cumplimiento de una obra misionera.
Separación de España
En el campo de las lamentaciones, justificantes de la desafección a España que supuso la Independencia, se recalca el difuso proceder del periodo 1810-1823.Resultaba relativamente obvio que un proceso de esa envergadura no podía ser un salto al vacío. Por ello en un principio no se pensó en separar a España de sus dominios americanos. Miguel Antonio Caro, en su estudio «El 20 de Julio», analiza el fenómeno ocurrido por aquellos días con una sabia claridad y una aplastante y contundente lógica. Es una página que recomendamos para quienes se interesan por el ahondamiento de este suceso. Rafael Alfonso Rubiano Muñoz: Miguel Antonio Caro y el pensamiento conservador ante las independencias hispanoamericanas. Opinión Jurídica, Vol. 9. Medellín, Colombia
Los primeros movimientos tuvieron por objeto pedir que se incorporase como parte integrante e iguales a las provincias españolas, las de la corona en América. En Santa Fe, por ejemplo, no se proclamó independencia alguna; al contrario, se pedía que Fernando VII se trasladara a gobernar a América. Sucesos posteriores; incomprensión de los mandatarios españoles, atareados por la invasión de Napoleón, fueron la causa de que, con torpeza inaudita, aquello hubiera cambiado de cauce y primitiva orientación.
En el acta de la independencia -20 de julio, 1810- se invoca a Fernando VII; en las actas de la constitución de 1811 se dice que Cundinamarca se ha erigido en monarquía constitucional; sólo hasta el 16 de julio de 1813, se observa en un acta «al estado de Cundinamarca, independiente ya de otra autoridad».
España perdió el control sobre sus dominios de América por razones extrañas a lo que se proponían las cabezas directrices de acá. Por incapacidad, por estulticia, por impotencia, por torpeza, califique el hecho el director de «El Alcázar» de Madrid, señor Casariego, como él quiera. Culpa es de España y no de América.
Bolivar
Bolívar es el personaje de la raza; es el Héroe de la Hispanidad.
Planteamiento inmutable, discusión inútil. Universal y dogma desde el M19 a los conservadores en toda su extensión. Bolívar es su dios y sus pecados.
La peculiaridad homérica en la entronización del personaje, se intensificaba, exactamente, por ser Bolívar: Lo más español que pueda darse.
Sus antepasados son vascos y se remontan al siglo X, lo que vale decir que en él se dieron como propios los fueros de la «libertad» (libertad bien entendida, no la del gorro frigio) por los cuales han luchado los vascos desde inmemoriales tiempos “Además de español Bolívar también rememoraba “los fueros de la Libertad” vascos.
«Diríase -escribe Marius André- que todos sus antepasados, conquistadores, administradores y defensores de las libertades se han juntado, por arte mágica, para pensar y obrar en lugar de él»
.
Marius André: El Fin del Imperio Español en America.Cultura Española. Madrid 1939.
En otra parte de su estudio escribe: «Simón Bolívar, que para muchos sedicentes historiadores no pasa de ser un mestizo a medio civilizar o un mulato grotesco, es nada menos que el ilustre descendiente de muchas familias que honran la raza española. Se trata de un gentil hombre de pura sangre europea que reúne, como pocos, todas las cualidades de sus abuelos heroicos y generosos».
La revolución era cosa muy grande para que hubiera podido realizarla un criollo de pura sangre; se necesitaba un «pura sangre» europeo: ese hombre no era otro que Bolívar.
Hablar mal de Bolívar en España, cuando se ha iniciado el proceso de la revaluación de sus héroes históricos, es, sencillamente, cortarse la cabeza o arrancarle al árbol secular de sus glorias la mejor de sus raíces.
Bolívar, como español que era, reconoció siempre las altas y maravillosas virtudes españolas. «Yo siento -le dice al teniente general Mariano Renovales- que no todos los españoles son nuestros enemigos, y que la España se honra de haber producido en su seno almas generosas y espíritus sublimes que vienen a sostener la santa causa de la libertad de este país».
«¡El español supera en nosotros!», dice el Libertador en alguno de sus borradores cuando se refiere a la decadencia española, debido a la corrupción de sus políticos y a la incapacidad de aquellos.
Bolívar, como lo observa Maeztu, se crio en Caracas en el ambiente que los españoles habían formado allí.
Ambiente liberal, ideas renovadoras, en el sentido de que estaban encaminadas a destruir la tradición fecundante y evangelizadora de la España Imperial, la anterior a la etapa de su desglosamiento. Bolívar fue el gran rectificador, en su vida y en su obra. Recurrió al liberalismo para iniciar su obra. No podía hacerlo de otra manera. Sabía que el individuo pugnaba con la masa y ésta con la autoridad. Cumplida la primera parte, frenó atrás. Sus escritos y sus constituciones tendieron, del año 20, en adelante, a robustecer la autoridad para atemperar las condiciones anárquicas del mestizaje y del individualismo.
Cuando comenzó a lograrse la obra realizada en los campos de batalla, el estadista se convirtió en un temperamento antidemocrático en el sentido moderno de la palabra. Esto es, que no creía que la libertad se lograba en un estado inorgánico, aislado de la realidad. Fue, en este aspecto, un positivista del más puro cuño.
Previó, antes que ninguno, la unidad del continente y pensó en la orientación que hoy quiere dársele, en España, en la hispanidad. Como lazo espiritual de los pueblos de una misma habla y raza ante los peligros amenazantes que hoy, como entonces ya, se cernían sobre nosotros.
Fue Bolívar un conquistador. En la actualidad entendería su misión de igual manera, conquistándonos a nosotros otra vez de aquellas sucias marismas que nos han desviado de la rut
Mostrar el agradecimiento a España por su vida y obra hubiese supuesto un rasgo de generosidad que no tenía Bolívar lo define.
Pablo Antonio Cuadra y El Rectificador.
P.A. Cuadra ejerció como uno de los mayores “activistas “de la Hispanidad. Brillantes escritores que encontraron en Franco el símbolo real e histórico de las teorías elaboradas, hoy (1936) identificable en El Caudillo. Sus entrevistas a Franco alcanzan limites místicos y de adoración sin freno.
Ello no es óbice para que, en piruetas insoldables, retorne al Libertador como “rectificador”. El escritor nicaragüense en su ensayo «Hacia la Cruz del Sur “reitera:
«Nosotros no desgarramos el imperio, lo rescatamos del imperialismo español, porque se imponía conquistar para libertarla. Solo que España necesitó un largo siglo más (1936) para encontrar nuevamente su esencia y ser».
Fuimos parte de un Imperio, éramos el Imperio. En el Imperio todos los miembros son iguales y la cabeza dirige. En el imperialismo la cabeza esclaviza a los miembros. El imperialismo fue el triste fin del Imperio Hispano, como es el triste principio del norteamericano.
España adelgazó su poderío cuando convirtió su obra misionera en un bajo menester fenicio. Cuando sus políticos a lo Aranda y Floridablanca se olvidaron de Cisneros y Vitoria para abrazarse a los enciclopedistas de Francia; en una palabra, cuando se traicionaron a sí mismo.
Apéndice documental.
BOLÍVAR Y LA HISPANIDAD. Apuntes para un discurso pronunciado en la Academia Caro en conmemoración del natalicio del Libertador. Álvaro Gómez Hurtado.
Tan sólo como una aberración puede explicarse que haya inteligencia humana que pretenda separar la historia de un pueblo, de sus tradiciones y de su cultura. ¿Porque, es lícito regocijarse planteando dilemas entre los diversos elementos de una nacionalidad? No; el entendimiento humano tiende a la unidad y toda posición intelectual disolvente quebranta esa tendencia noble del espíritu.
A los que tenemos orgullo insolente de nuestra raigambre hispánica, a los que nos embriagamos voluntariamente en la contemplación de la grandeza del Libertador, se nos ha sometido con pretensiones de desafío un dilema tribal: Bolívar o España.
La invención del binomio no carece de malicia; y nos ha sido propuesto por gentes suspicaces a cuyos propósitos minúsculos se oponen vastas concepciones; que prefieren seguir arguyendo la Leyenda Negra contra España, y que por lo tanto desprecian el alimento de la Fe y la sabiduría en la propia heredad para poder mendigar bellotas en la disolución de culturas extranjeras. Actitud que pudo ser elegante en el menguado siglo XIX, pero que hoy tiene ese barniz de mal gusto que recubre las cosas penúltimas.
Y no faltarán gentes ignorantes a quienes subyugue este estúpido dilema. Porque, si no se toma el trabajo de comprender el significado del Libertador, ni se analiza el contenido ideológico de una España decadente y apóstata, y tan sólo se busca la aplicación más o menos adecuada de una terminología, el argumento definitivo no podrá ser sino éste: Bolívar guerreó contra España, luego debemos escoger entre Independencia e Hispanidad.
Si la España de 1800 no era España; si la península era tan sólo una hija afrancesada de la España Imperial; si había dejado de ser madre para trocarse en la hermana mayor de las colonias de América, hijas también del Magno Imperio, ¿con qué razones podía sustentar su derecho a la patria potestad?
España al negarse a sí misma, aniquiló su derecho de tutela. Nuestra guerra de independencia fue una contienda fratricida que se hubiera evitado si la península acepta a tiempo el derecho de primogenitura que le correspondía, en vez de sostener una posición jerárquica de metrópoli, que además de imposible, era injusta.
Nuestros próceres, españoles por raza y tradiciones, invocaron los Derechos del Hombre para la revolución. Porque si bien no podían sentirse tan hispanos como los peninsulares, sí, por lo menos, pudieron afrancesarse tanto como ellos. La igualdad de unos y otros se había logrado no en la afirmación, sino en la negativa de los elementos del Imperio. En la apostasía, fueron más lógicas las colonias, y por lo tanto menos culpables que la metrópoli.
Bolívar es el personaje incomparable; tratar de someterlo a una clasificación freudiana es no sólo un imposible sino una irreverencia. Bolívar es el «genio» en todo el sentido universal de esta palabra: la razón en el tiempo y en el espacio.
Porque lo genial, aunque primariamente existe en el sujeto, como atributo depende del consenso universal. Así, el genio «habitualmente» es la culminación de una época, el exponente de un estado de alma colectivo. Las masas encuentran realizados sus anhelos de gloria, de paz o de prosperidad, gracias a las acciones de un hombre fulgurante, que será reconocido como genio: César, Napoleón. Y es tan extrínseca al sujeto la calidad de genio, que hemos llegado a concebirla en forma regional; cada país se considera en la obligación de tener un genio, en la misma forma como tiene escudo, himno o pabellón. Tales pueden ser Wellington, Washington, Blücher.
Si la memoria de Bolívar vive en América es porque se le considera «genial» en el primer sentido, ya que dio cumplimiento al deseo colectivo de Independencia. También, durante un siglo, con cierto orgullo inconsciente, empequeñecimos su figura considerándola tan solo nuestra y para nosotros solos.
Hoy, Bolívar no nos subyuga por lo uno ni por lo otro. La razón de su genio se nos presenta en toda su universalidad; venciendo al tiempo, dominando el espacio. Bolívar no es la culminación de una época sino un fenómeno aislado; es como la aparición de Goya en la pintura española, y como él, no tuvo antecedentes ni discípulos. Sus partidarios, que más tarde formaron el Partido Conservador colombiano, no comprendieron en él sino lo que entrañaba como freno y obstáculo a la demagogia santanderista. Su verdadero significado revolucionario, la revolución por el orden, no fue jamás entendido, porque en aquel tiempo empezaba apenas la experiencia individualista. El genio de Bolívar radica en haber vivido en un instante lo que la humanidad ha sufrido durante más de un siglo. El pensamiento bolivariano es la solución para el presente; sus ideas son hoy nuestra guía, porque vencieron al tiempo.
Un Bolívar individualista y rousseauniano sería la antítesis de la hispanidad. Así nos lo presentan quienes sólo aprecian su obra fragmentariamente. Cierto que el joven Simón fue contaminado de enciclopedismo por su loco maestro. Pero su empírico entusiasmo se derrumbó al contacto con la realidad. Ante el primer fracaso de Caracas abandona su fatuo idealismo para convertirse en el gran realista. Porque si los Derechos del Hombre servían para destruir, jamás con ellos se podría edificar.
Así lo entendió Bolívar: destruía la vieja y carcomida arquitectura colonial predicando a los hombres las excelencias de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. Sus proclamas enardecían los ánimos y presentaban a las masas logros fáciles para los apetitos humanos. La guerra de liberación había empezado con una fuerza motriz tomada de la Revolución Francesa. Cuando Bolívar llegó, no intentó siquiera cambiarla; la inercia amenazaba inmovilizar a los pueblos. Mientras hubo algo que destruir, fue necesario atizar el fuego.
Y ha perdurado esta silueta liberalizada de Bolívar, porque siempre consideramos como lo fundamental en su obra la destrucción del dominio español. Únicamente hemos apreciado su figura en negativo.
El Bolívar constructor no se apreciará jamás si se estudia a través de prismas liberales. Sus afirmaciones se inician en la famosa carta de Jamaica y desde entonces en cada ensayo legislativo, en cada nuevo proyecto de constitución va alejándose más y más de los embelecos democráticos. Cuando llegó el momento de contener el alud desatado por la revolución, destruyó los mitos disolventes e impuso el orden, desterró la novelería para fortalecer las tradiciones, derribó los ídolos para retornar a la Fe: «La Religión, dijo, es el gran entusiasmo que yo quiero reanimar contra todas las pasiones de la demagogia». Había encontrado el sólido cimiento de la nueva estructura.
Sus constituciones tuvieron vida efímera, porque ella dependía de los hombres, y no fueron entendidas. Pero surge el Bolívar del año 28, el dictador, que por no haberlo comprendido se nos ha obligado a tenerle compasión, y en un destello postrero de genialidad, realiza en el fogonazo de su último mandato, el modelo de los gobernantes católicos, realistas, justicieros. Es el retorno a las verdades trascendentales y el abandono de los prejuicios que dominaban su época. «Sin Religión, la moral carece de base», nos dice, y consecuente, vigoriza las instituciones eclesiásticas para que lo secunden en «impedir la propagación de los principios que nos están destruyendo y que al fin logran no sólo destruir la Religión, sino los vivientes, como sucedió en la Revolución de Francia, en que los más acalorados filósofos tuvieron que arrepentirse de lo mismo que ellos habían profesado» (1). Para todos sus contemporáneos, este modo de pensar, no era sino una actitud anti-revolucionaria, retardataria, conservadora. Para Bolívar era una nueva revolución contra las ideas que estaban imponiéndose en el mundo, pero que en su mente habían adquirido ya su insustancial plenitud; el Libertador pensaba en la revolución del presente.
Por ello, por haber sido revolucionario y no contra-revolucionario, Bolívar no transigió con ninguno de los idealismos de entonces. Su visión del Estado no era cuantitativa sino orgánica. Ninguno de los elementos de la nacionalidad podía despreciarse: «… El nuevo gobierno que se dé a la república debe estar fundado sobre nuestras costumbres, sobre nuestra religión y sobre nuestras inclinaciones y últimamente, sobre nuestro origen y sobre nuestra historia» (2). Nada de imitaciones ni de extranjerismos; era la introspección, el encuentro de la nacionalidad dentro de ella misma, dentro de su Fe y sus tradiciones; era el retorno a España.
Bolívar, gobernante hispánico, realizó en la Gran Colombia lo que los monarcas españoles no habían querido practicar: el gobierno de España por España.
Bolívar fue el primer teorizante de la Nueva Hispanidad; no llegó a ser su realizador porque el mundo no supo comprenderlo. En el primer congreso de Panamá, las naciones españolas, que tenían «comunidad de origen, de lengua, de costumbres y de Religión», se reunirían para «tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras tres partes del mundo» (3).
A esa reunión no debían asistir los Estados Unidos. Bolívar previó el conflicto de las dos culturas. Las primeras intervenciones americanas en Méjico y la oposición al proyecto de libertar a Cuba le hicieron exclamar: «Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad» (4).
Su idea era esencialmente hispánica. Por eso, a pesar de la sangrienta guerra que se libraba contra la península, ella no fue jamás rechazada de la nueva hermandad: «Nada debe omitirse, escribe Bolívar al diplomático venezolano en Londres, para separar los intereses de la Nación española de los de su gobierno y hacerla ver que sus verdaderas ventajas consisten en una íntima alianza con la América independiente» (5).
Alguien ha querido ver en Bolívar el iniciador de Panamericanismo. No, eso nunca. La noción geográfica, base fundamental de la traginada solidaridad americana, no aparece jamás en la mente del Libertador. Su pensamiento cruzaba océanos y escalaba montañas buscando sus hermanos de raza. Unas veces se interesa por Méjico y por el Mar del Plata, otras por la suerte de los españoles de Filipinas y es preocupación constante de su ánimo la vida política de España. Bolívar fue a-geográfico. Escribía sus mensajes al congreso navegando en balsa por los ríos tropicales; mientras cruzaba los Andes discurría sobre la filosofía y las letras; en su gloriosa epopeya trajinó su cuerpo por los más tortuosos caminos y lo sometió a los más mortíferos climas. La geografía nunca pudo oponérsele, porque para él no tenía existencia.
El genio de Bolívar venció también el espacio. Por eso es genio de España. El Imperio de Carlos V tuvo los límites de la luz del sol. Ni mares, ni montañas, ni selvas arredraron la hazaña española. Era una misma lucha la que libraban las naves en Lepanto, los tercios de Flandes, los conquistadores en América y los misioneros en Asia. La Hispanidad en Bolívar fue una idea ecuménica. Como la España Imperial.
BOLÍVAR nos propuso su semejanza con el Quijote. Unamuno aceptó el paralelo y le dio vida; por figura y por genio el Padre de la Patria resulta quijotesco. Pero no basta que la gótica arquitectura de su cuerpo evoque la enjuta humanidad del manchego, ni que en las ojivas de sus ojos brille la mirada castellana de un hidalgo del Greco; no satisface que compitiera con el caballero de los campos de Montiel en idealismo, en generosidad, en amor a la gloria. El Quijote-Bolívar no es una semejanza física ni anímica; es también una semejanza de idea.
Si aceptamos con Maeztu que el personaje cervantino fue una creación de decadencia; si el autor puso en labios de un loco-cuerdo lo que quería y no se atrevía a decir a una España fatigada de gloria; si ante la añoranza de las pasadas grandezas los españoles prefirieron reírse de ellas antes que llorar su impotencia para revivirlas, entonces encontraremos en El Quijote al caballero del Imperio.
Y ese Quijote-recuerdo de Cervantes se hizo Quijote-realidad en Bolívar. Él se atrevió a realizar lo que el primero no tuvo valor para decir. Al destruir con valor los vínculos de una patria potestad caduca, nos mostró la seda para encontrar los lazos de una solidaridad fraterna. ¡Fue el caballero andante de la nueva hispanidad!
«Los tres más grandes majaderos de la Historia hemos sido Jesucristo, Don Quijote… y yo», dijo Bolívar poco antes de su muerte. Sí; majadería verán en ellos los materialistas; nosotros, que creemos en la fuerza del espíritu, los hemos escogido como símbolos para el resurgimiento imperial de España: Fe, Tradición, Independencia.