Cuéntenos su caso

 

En sus notables memorias sobre la guerra civil española, Doña Amparo Cabeza de Vaca y Munilla cuenta cómo, tras el final de la guerra, todos tenían alguna historia terrible que contar:

“Estas historias eran continuas y peores, como han visto y aún verán. Muchos supervivientes de la guerra, enfermos de hastío, llevaban un papelito impreso en la solapa, donde decía “no me cuente usted su caso, por favor”. (Cabeza de Vaca, A. Bajo cielos de plomo. Actas, Madrid, 2009, p. 258). 

Por otra parte, el famoso Doctor José María Albiñana, (Engueda, 1883- Madrid, 1936), que habría de morir bárbaramente asesinado por los milicianos en la matanza de la cárcel Modelo de Madrid, en agosto del 36, dice algo sobre la revolución mexicana que puede muy bien aplicarse al proceso revolucionario español: “La vida del Méjico revolucionario es un manantial de folletines, y el escritor que se decida a narrarla recibirá indefectiblemente la calificación de folletinista” ( Albiñana, J.M. Bajo el cielo mejicano. Madrid, 1930). 

Estamos totalmente de acuerdo con él; la cascada de sucesos espantosos, asesinatos, robos, violencias y torturas que se dieron en esos años en España, entran en el reino del folletín por lo horribles y dantescos que fueron. De hecho, así tituló la revista ESTAMPA los  capítulos que publicó en 1934 sobre la espantosa experiencia revolucionaria en Rusia del gitano burgalés Juan Martínez: “Folletín- reportaje de Estampa; el maestro Juan Martínez que estaba allí”, del periodista Manuel Chaves Nogales. Sus peripecias en la revolución eran tan terribles que terminaban por resultar inverosímiles y grotescas, pero desgraciadamente se repitieron de manera casi idéntica en España dos años después. 

Es Doña Amparo Cabeza de Vaca, nuevamente, quien nos hace reflexionar sobre algo que me parece importante: lo que sentían, lo que pensaban nuestros padres y abuelos sobre los acontecimientos que sacudieron sus vidas hasta los cimientos y en muchos casos las destruyeron para siempre: 

“Hasta el historiador más honrado maneja, únicamente datos contrastados de archivos y otras fuentes, pero éstos no son la realidad entera. No perciben el entramado, no está la vida en ellos, y el historiador, si no ha visto lo que cuenta y no lo vivió, se deja atrapar por los datos y no observa nada más”. (Cabeza de Vaca, A. 2009:232). 

Estoy de acuerdo con ella. Un historiador que desee acercarse a la realidad debe contar con una multitud de realidades: con los datos conseguidos en archivos (quién sabe si son verdaderos, por cierto), con los testimonios de los testigos, con la evidencia arqueológica. Todo ello nos puede acercar a la verdad histórica, pero debemos saber que jamás lo conoceremos todo. Nunca conoceremos las cifras exactas de la guerra, nunca sabremos dónde yacen cientos de víctimas de la revolución desaparecidas en grandes fosas comunes sin que nadie recuerde sus nombres. Nunca conoceremos la presencia real rusa en España, ni sus actividades y crímenes, puesto que los soviets actuaban bajo un manto de mentiras, secretismo y violencia inhumana. Siempre habrá zonas oscuras de nuestra historia a las que no podremos llegar. Pero también es asombroso cuánta información que no ha visto la luz existe todavía: memorias inéditas, fotografías, diarios de guerra, recuerdos familiares, etc. 

Son pequeñas piezas de un gran mosaico sin terminar que pacientes investigadores y asociaciones como RECONCILIACIÓN Y VERDAD HISTÓRICA nos  permiten recuperar. 

Por ello les animamos a todos ustedes a que nos cuenten su caso, sus recuerdos familiares sobre ese terrible período histórico que se extiende de 1930 a 1939. Nos interesa conocer más sobre la vida de entonces, para comprender lo que sucedió realmente, para no volver a caer en los mismos errores, para que no nos cuenten mentiras. Deseamos aprender de las experiencias pasadas y ser más sabios, para que nadie nos engañe ni nos enrede en nuevas revoluciones y guerras. Cuéntenos usted su caso y aprendamos todos con ello.

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