El trágico final de la élite de la «Marina Española». El acorazado Jaime I, el Novio de Málaga y el terror en Cartagena
Corrían, como la fama, las veleidades o bondades de Málaga: Las Francachelas de la Flota, el papel siniestro del Jaime I, «El Novio de Málaga”. Como fue obtenida la «fama renacentista» de Málaga en España y Europa.
Los cabarets y el Jaime I
En el campo de la República, surgieron elementos simbólicos, que la realidad y la propaganda, sostuvieron sobre Málaga. Basta recordar los tristes insultos de la guerra, las denuncias del PCE y la CNT sobre el general Asensio (y el PSOE), que se encontraba «en un cabaret» mientras caía Málaga, y la réplica de Caballero sobre el carácter de «invertidos» que acogía el PCE en sus filas.
En la Armada nacional se hablaba de Málaga como «las delicias de Capua», para las dotaciones. Allí encontraban los «cabarets», prostíbulos y jóvenes con quien solazarse. Las dotaciones lo pasaban muy bien disfrutando de su cálido clima, en una gran ciudad. Las intensas campañas contra las enfermedades venéreas y la lucha contra la prostitución legal o ilegal fueron constantes en Málaga, julio36-febrero 37.
La indisciplina de la Flota Republicada está documentada. El 28 de julio de 1936, el jefe de las Flotillas preguntaba a sus buques, mientras ejercían el bloqueo de la costa de África: «Dígame si están en sus puestos». El submarino C-2 contestó: «Estoy cansado de tantas…».
Es preciso tener en cuenta el ambiente de francachelas ,que tanto los comités como las indisciplinadas dotaciones encontraron en Málaga, poco propicio para dedicarse a actividades más serias. Con semejante organización y unas dotaciones llenas de espíritu revolucionario, derrocadoras y, en parte asesinas, de sus mandos y oficiales, no era fácil mantener un mínimo de dis- ciplina. Pese a todas las deficiencias que ofrecía Málaga como base naval, abierta a los ataques aéreos de la aviación nacional, tenía sin embargo gran aceptación. El Gobierno de Madrid, creador e instigador de esta situación, no pudo controlarlos e intentó tardíamente reglamentarlos, pero no lo consiguió.
Los comités aparecen con la rapidez de la acción de los mandos de la Marina que, salvo excepciones, e incluso en «las excepciones», se mantuvieron estrictamente fieles a la sublevación.
«Vuestros mandos están sublevados contra la República. Apoderaros de los mandos y formad los comités de buques».
Conforme se atravesaban los acontecimientos y afianzaba la guerra en el mar, los primeros mandos republicanos, el capitán de fragata Navarro y el capitán de corbeta, Monreal, otorgaron legalidad a esta fórmula, que en la Marina traía «míticos» recuerdos de la Revolución Rusa.
Quedó en el Crucero Libertad (uno de los más “activos”en la Guerra) constituido “El Comité Central”, como representante de los restantes barcos y sus comités. Los comités hubieron de sufrir ciertas modificaciones, pues se «incluían» en ellos a los oficiales que aceptaron la nueva situación, a la espera de la huida o el hundimiento del buque, si fuese posible.
La simbología y el método «revolucionario» se perfilaron con intensidad en el Jaime I y el Libertad, los cuales (comités) ejercieron, sin cambios, su poder y estructura hasta la implantación del Comisariado Político.
El teniente de navío Prado, jefe de Operaciones de la Flota, pretendió aprovechar el Comité Central para el funcionamiento y el orden -sin tener en cuenta la necesidad de la formación técnica indispensable, más que en cualquier otra arma-, adjudicándoles funciones de Estado Mayor. Los Comités, sin embargo, siguieron siendo autónomos y maniobraron por su cuenta. De acuerdo a las publicaciones, especializadas, sobre la Marina o los Submarinos, el arma que requería una dirección técnica, se quedó ausente de ella. De ahí la importancia para la República, del Capitán de Corbeta, Remigio Verdía. Entre el reducido grupo del Cuerpo General que se mantuvo en el campo de la República, son reconocidos, además de Verdía por su nivel profesional, el también capitán de corbeta Luis González Ubieta y el Alférez de navío Castro.
La Guardia Roja
Esta forma organizativa surgiría durante la estancia del Jaime I en Málaga… como policía de a bordo, la Guardia Roja cuya misión era «guardar» los buques y servir de escolta a los comités. Los individuos que la integraban, seleccionados entre los más corpulentos de la dotación, tenían un aspecto imponente y estaban exentos de otros trabajos.
En el tiempo que el acorazado, estuvo de fortaleza flotante en el puerto de Almería, la Guardia Roja realizó «actos de barbarie» y se dedicó también a visitar a personas de la ciudad para recaudar «donativos» que alcanzaban hasta las 50.000 pesetas. El ministro de la Guerra se enteró de estos hechos y pasó una comunicación al gobernador civil, para que tomara las medidas pertinentes.
El 6 de octubre de 1936, el Diario Oficial del Ministerio de Marina, publicó una disposición, prohibiendo estos cargos, entendiéndose que lo hacían por su propia cuenta y no serían abonados por el ministro.
El origen del bombardeo del Jaime I por la aviación alemana, de acuerdo a los documentos de la Marina es concluyente:
El 12 de agosto, el alférez de navío, D. José Díaz Cuñado, destinado como observador naval con base en Tetuán, recibió orden de presentarse en Sevilla al Sr. Scheeler con quien planeó el bombardeo del Jaime I. Al día siguiente, despegó del aeródromo de Tablada, de madrugada, a las 03:00, a bordo de un Junker 52, pilotado por el alemán Flenker, al que acompañaba el observador Hoyos. A las 03:45 recalaron a Estepona. Al encontrar abundante nubosidad, descendieron de altitud y siguieron el perfil de la costa hasta llegar a Málaga. A 04:10 sobrevolaron el Jaime I a 500 metros de altura y, tras una primera pasada, lanzaron, en la segunda, tres bombas de 250 kg que hicieron blanco. A las 05:45 el Junker tomó tierra en Sevilla.
Esta acción fue respondida con la formación de un tribunal «popular», amotinada la marinería, que condenó a muerte a diez oficiales, que permanecían detenidos, por haber intentado sublevarse el 19 de julio, y fusilados en alta mar cuando se dirigía a Cartagena. El Jaime I permaneció reparando en Cartagena hasta el 25 de agosto.
Al presentarse el Jaime I en la base naval de Cartagena, los presos del España 3 y el Sil, comenzaron a ser ejecutados a causa «del clima de exaltación y crispación reinante en contra de los sublevados y al bombardeo aéreo previo del acorazado republicano Jaime I». Los presos llevaban casi un mes de confinamiento en la bodega de los buques. Trágicamente, los barcos-prisión zarparon y los presos fueron muertos en alta mar, entre el 15 y el 16 de agosto. En total se produjeron 52 muertes en el Río Sil y 159 en El España número 3. Otras fuentes elevan la cifra de muertos.
Según Michael Alpert, en el caso del Sil, los prisioneros fueron arrojados vivos al mar lastrados con grilletes. También según este historiador los dos buques prisión no fueron asaltados sino que recibieron la orden del nuevo comandante del Arsenal, Manuel Gutiérrez Pérez, de salir al mar para poner a salvo a los presos a causa del asesinato en la calle la noche anterior de diez oficiales que habían sido desembarcados para conducirlos al penal en espera de ser juzgados.
Al regreso del «España nº 3» así como el del «Sil» fueron recibidos con grandes muestras de entusiasmo, dando Francisco Llorca repetidos vivas a la justicia del pueblo y a la República que eran contestados por la marinería, público y operarios de la constructora naval estacionados en los muelles
En el Arsenal, se habían hecho circular rumores, atribuyendo a las fuerzas nacionales los más abyectos crímenes e incluso se celebran mítines en los que se distingue Pedro Adróver, diciendo que a la entrada de las fuerzas republicanas en Zaragoza, Oviedo y Granada, han encontrado a las mujeres de los obreros con los vientres abiertos y a sus hijos degollados. Estas propagandas se recogerán también, como se verá luego, en los partes en que se da cuenta de los crímenes; con ello se excita a la gente y se le prepara que responda en el momento decisivo.
Un detallado estudio sobre los acontecimientos de Cartagena en el trabajo de Ricardo Hernández Conesa: ”Muerte en la Marina, 14-15 de agosto de 1936”.
Del SHM-AGL, conservaba un peculiar documento, extraordinario y demencial, con fecha, 5 octubre 1936:
El jefe de la Guardia Roja del Jaime I da cuenta por teléfono, desde Almería, de la siguiente carta dirigida a D. Joaquín Gracia Riego. Santander:
“Ayer después de haber operado por el Cantábrico, llegamos a esta capital y al saltar a tierra el espectáculo que se nos ofreció ha sido por demás desalentador en cuanto a la forma en que aquí se desarrollan los hechos relacionados con los pocos presos políticos fascistas que tienen cogidos, dándose incluso el caso peregrino de que el teniente de Navío que mandaba el «Tiburón«, ha sido juzgado por el Tribunal Popular y castigado a la irrisoria pena de treinta años de prisión.
Los Obispos que hay detenidos gozan de las mismas comodidades o mayores aún que cuando andaban sueltos. Aquí parece ser que no se han enterado de lo que ocurre en el resto de España.
Ante esto he hecho todo lo posible porque fuésemos nosotros quien tomáramos la iniciativa y actuáramos como procede, pero hemos tropezado con el inconveniente de que el director general de Marina de esta región, un tal Sr. juez, se dice nombrado por el ministro».
El Comandante del Tiburón era don Patricio Montojo que como recordarán dicho pesquero estaba tripulado por fascistas a quien un avión leal obligó entrar en Santander. Ha dicho comandante parece ser que el fiscal acusador no encontró delito suficiente para castigarle con mayor pena que la de 30 años de prisión. Precisamente en breves momentos saldremos para Bilbao, donde nos han informado que los curas se pasean por las calles con sotanas, debido a la fuerza que en esta región tienen los nacionalistas vascos y en los pueblos cercanos se hallan refugiados sin novedad los fascistas».
De acuerdo a la información del almirante Moreno:
«No todos los auxiliares del acorazado Jaime I estaban con el gobierno no del Frente Popular. El auxiliar 2 Naval D. Diego Alejo Aldegunde Borrego, ya antes del Alzamiento, había expuesto en Madrid a un oficial el ambiente que se respiraba en el acorazado que coincidió con la realidad. Cuando se produjo el motín en el Jaime I, no participó y mostró su disconformidad. De acuerdo con el alférez de navío Esteban, aceptó ser miembro del comité del que pronto fue expulsado. Atendió en lo que pudo a los oficiales presos a bordo y no presenció su ejecución por haber causado baja al hospital de Málaga a consecuencia de las heridas sufridas en el bombardeo aéreo del 13 de agosto. Tras sufrir diversas vicisitudes en la zona roja, fue absuelto en zona nacional”.