Cuando hubo que dar un paso contra la Memoria, la homeopatía de la Historia.
Quizás escriba sobre mi o en torno. Es un trabajo “a la fuerza”. La indisponibilidad heurística condujo a la primacía de una parte del “yo”, que no aspira a autobiografiarse, sino a mostrar, en un periodo determinado, la situación personal y política de un superviviente sin aspiraciones o egotismos. Si hubiese dispuesto de una parte sustancial de los Boletines de la Brigada Político Social o los expedientes del Tribunal de Orden Público, por ejemplo, mi nombre o fechas se hubiesen confundido con un número más en la larga lista de procesados o detenidos. Y ello por razones estadísticas y una taxonomía estricta.
Como historiador con severas secuelas, he debido introducir en mi trabajo, a fuerza de perpetrar un desafuero, la literatura memorialística. El “quedé sin defensa” de Ortega me asaltó, avanzado el proceso. Y las luces, debo reconocerlo, de materias ajenas a la maldita especialización, me han alumbrado. Ya veremos en qué sentido.
Se ha popularizado una cita de Castilla del Pino la buena memoria es siempre sospechosa, y me siento aludido, en el mundo de la creación, cuando leo a Arcadi Espada los memorialistas que acuden a la ficción cuando la verdad les pone pegas me recuerdan a aquellos novelistas que acuden a la historia cuando la imaginación les flaquea, o que abandonan la historia, camino de la ficción redentora, cuando no saben cómo afrontar la apariencia anodina que la historia muestra.
Como psiquiatra, conoce Castilla, -la limitación de la cita es injusta-las traiciones, las lagunas, los viscerales rechazos de nuestras introspecciones.
La memoria aproximada es imposible, más que sospechosa. El trauma psíquico permanece con tal vigor que situaciones breves, etapas largas, a cambio de permanecer como avisos, te alivian mediante el olvido. La lucha por el recuerdo es titánica. Vacío escénico, sentimental, solo resquemor y tristeza más inducida que real. Durante cuatro meses y medio estuve en una celda de 4 por 3 más o menos. Tengo en mis escritos “cambié la cama de sitio y los libros”. ¿Saben que me es imposible situar alguna referencia concreta sobre un movimiento tan trascendente y abultado en un mundo estrecho, mutilado? Desde el trabajo, los papeles, cartas. Nada. Solo los cuatro pasos que, casi siempre, con los ojos cerrados, me obligaban a una centesimal curva, en el último tramo para sortear la taza del water, me dio la pista. También cuando encendían las luces y se proyectaban sobre la pared cuatro rejas de la ventana y la situación de mi cabeza en noches de insomnio. Pruebas circunstanciales que quiero seguir. . . me hace daño. Es un bloqueo insoportable.
En un trabajo en que cada experiencia está fundada en un documento, y cada documento remite a un dibujo de la sociedad, otorgo más importancia a las descripciones objetivas. La vivencia directa o parcial de los acontecimientos me ayuda a una versión crítica y personal de los hechos. Podía haber quitado mi nombre y el libro hubiese sobrevivido sobre los pies de la realidad textual.
La diferencia entre autobiografía y memoria, puede, en la teoría, explicar la primacía de las fuentes históricas, no de la historia oral, menos del frío papel que debía tiritar antes de ser entregado, y exaltaba a la cofradía gregaria del régimen. Lenguaje de papagayo, que terminaba siempre con doy fe, o hago constar.
Soy un enemigo de la memoria. De esta Memoria Histórica que asciende como la lava de un volcán seco, pero artificialmente inyectado de odio y mediocridad. Supongo que podré contar con mis íntimas sensaciones y malditos recuerdos. Seguro. Pero que nadie cuente conmigo -y desde luego que no lo hacen- como coartada para el gran festín del pobre gobierno empeñado en la guerra de los vencidos, conducidos a la victoria final. Ya no soy, ni vivo en el Franquismo. No soy resistente de la memoria, es más, denuncio la usurpación y la mentira. Soy yo, mi yo y no aspiro a compartirlo. Sin embargo, tampoco deseo colocarme en la fila de los contradictorios. Asumo, como en escenografía inexistente, el juramento de la verdad. Soy indevoto de los críticos. Más no transito por las rutas de Moreno Villa o Francisco Ayala que arremeten contra el género después de haber escrito libros de memorias. No mucho mejor el proyecto Günter Grass, en su autobiografía de juventud, junto a su escepticismo, con respecto a la literatura autobiográfica, confía, lograr que ese escepticismo se refleje en lo que escribe.
No me he concedido el perdón y he tratado que el perdón ajeno, pese al dolor y la furia, sea un mecanismo natural. No un acto de superación. Fui inocente, pero no me incluyo en la memoria colectiva, que proclama la inocencia como la gran prueba de la verdad. No participo de las memorias colectivas como verdades colectivas. Rechazo los grandes poseedores de la verdad. Tengo miedo del hilo que separa la memoria del engaño colectivo. No soy un testigo imprescindible y de mis arrepentimientos, me reservo únicamente la honestidad. Escribo pensando más en la desaparición que en la reconstrucción. No soy o quiero acabar como el personaje de “El Portero” de Eagleton, alguien empeñado en salir a toda costa de la condena de una situación de marginalidad y, por tanto, en ser alguien distinto. Coincido con él en que la progresiva relevancia de la identidad cultural es la pobre y peligrosa aportación, de la teoría política, superpuesta por la izquierda en los nuevos “paradigmas” de la identidad o la memoria. Orham Pamuk denunció públicamente la vertiente más feroz de un gran olvido: que un millón de armenios fueron asesinados a principios del siglo XX por los otomanos y que otros 30.000 kurdos habían corrido la misma suerte a manos de los turcos en los años 80. Hechos históricos, mas, como tantos acontecimientos extraeuropeos, desconocidos para el mundo académico. Conozco Turquía, no como a sus vecinos. Más cuando la legislación controla o define las historias nacionales, la libertad se anula. La ley persigue cualquier “denigración de la identidad turca” y “la historia oficial” niega que se produjera ningún genocidio armenio, ni persecución sistemática de ese pueblo, durante o después de la Primera Guerra Mundial, sino que sucumbieron en luchas partisanas como muchos turcos musulmanes.
No milito en las cofradías de turiferarios de la derrota -hoy, sorprendente victoria-. Detesto siquiera las preguntas sobre el pasado, como se infatúan o pavonean algunos miserables, albercados de corrupción. El memorialismo durante el franquismo es uno de los montajes más espectaculares del último siglo !Bendita censura y autocensura¡ ¡Cuántos creyentes de las quejumbrosas escenas de obscenidad! El arrepentimiento es una condición social y cultural justificada. Los ensayistas, periodistas, culturalistas pasando sobre la guerra y la posguerra, en avión. Exilios internos ¿los más dolorosos?-e imperecederas alusiones a la dureza y pobreza del régimen. Ejemplos insanos. Personalidades de la solvencia de Torrente Ballester, en sus Cuadernos de la Romana, con la simplicidad de la conciencia laxa. El insustituible en cualquier artículo, Pla. El mismo Ortega, Rosa Chacel, Azorín, Baroja…
En esta ruptura marcada ¿A quién seguir? ¿Qué estructura, incluso, artística destacar? Sobre qué merecida y honesta trayectoria proseguir, generacionalmente, los escritos del pasado inmediato? ¿Y el compromiso con la verdad? Recuérdese que soy historiador, me afectan, pero no me enloquecen, los delirios sexuales o intimistas de nuestros maestros tan cercanos. Me encuentro en Atenas y en Jerusalén. A lo largo de su vida cambian las creencias -residentes de un absoluto-, pero no la intensidad de la búsqueda, ni la obstinada voluntad de entrega, culminando en una especie de lúcido escepticismo final. Estimo.
He vivido en dos regímenes: franquismo y socialismo, Franco y el PSOE.. Cárcel y silencio. Adhesiones inquebrantables, profesionales del empleo. Constructores de mitos, destructores de sueños. Carrero Blanco, y Alfonso Guerra. Poder lejano, vecinos diputados. El Caudillo y Felipe. En una estructura, un tiempo largo, de caciquismo o clientelismo profundo e insano: Andalucía.
“Una simbólica simetría”: los distintos totalitarismos que destruyeron Europa, para Norman Manea, primero Antonescu y los terribles fascistas rumanos, entre quienes estaban Cioran y Mircea Iliade, después a los 50 años, Manea, completó su trágica fortuna con Ceaucescu. Antes desarraigado, perseguido, y con la democracia rumana, silenciado, excluido. De nuevo rodeado por la incomprensión.
Sobre el pasado cada cual defiende su parte de sedicente legitimismo. Entonces los tributos son execrables y la verdad ilegítima. Rodeado. Todas las grandes referencias de la historia infectados por la enfermedad fascista. Todos han sido perdonados y elevados sobre la asimetría de la Superioridad Moral. Grass, Cebrián, Iliade, los pecados de juventud al saco de las tachaduras y a impartir con el hisopo las inapelables decisiones en las conductas y las ideas. Y los fascismos juveniles otorgan un brillo especial a los maduros socialistas. Cuatro pistoleros dibujados como trágicos buscadores de la verdad.
La verdad, a costa de su uso, está profundamente degradada. No creo en ella, me limito a un diálogo con el interior de algunas, pocas, conciencias. La verdad es una declamación y cuando se pronuncia su nombre y, a veces en su nombre, es para mentir. ¿La mentira como origen invalida, como mancha el futuro, brillante, de tantos redentores? “C´estait François Mitterrand”, de Attali, representa el perdón, la ineficacia de la verdad, la parcialidad de la intelectualidad, de las bendiciones. Durante algún tiempo, François Mitterrand, de 25 años, colaboró con la Administración de Pétain. Ocultó ese periodo de su juventud. Nadie investigó y él calló tal situación. Aquel régimen colaboró con la Gestapo en la captura y entrega de decenas de millares de judíos franceses, la mayoría de los cuales morirían en lejanos campos polacos. Pero borró esta etapa de su juventud y mintió sobre él, no sólo por omisión. Ahora es el Presidente francés más popular de la Historia, por encima del mismo De Gaulle. Mas si en el Partenón se opera al contrario, se abrazan los dioses invertidos, se abandona el comunismo arribando al liberalismo, gritan hasta las piedras, la traición, el horror. ¡Cuánta infamia tú que fuiste antifranquista!
El agradecimiento es el argumento de los generosos y su tragedia. ¿Cómo no servir al Partido? Los judíos somos “antifascistas”, me dice mi amigo, judío búlgaro, Samuel Francés, y habían sido liberados por el ejército soviético. Cuenta, Manea, en la brillante Regreso del Húligan, como en 1958, situado en un puesto superior, -las siniestras empresas estatales-, su padre, al no haber pagado un paquete de carne, fue detenido.
Mentira, pero llena de veneno. En mis largas entrevistas con antiguos miembros o menos viejos miembros del partido rumano, había pensado escribir un trabajo titulado La Cola. Algunas de las grandes fortunas y personas influyentes de la democracia tienen que ver con el control de la carne. Colocaban las familias, a las abuelas, sobre la nieve, en la madrugada en las colas y luego cambiaban de sitio…y las pobres abuelas, otra vez a la cola. Pudo, otra vez, contemplar a su padre en la cárcel del comunismo, ahora. De nuevo en Transnitria. Aún en 2003 quise llegar a este campo y “proclamaron” la independencia los prorusos de Moldavia. Cortaron los trenes con sillas y se sentaron en los raíles.
Vázquez-Rial penetra, en torno a los mataderos, al fantástico mundo de las mafias y su relación con el poder en Argentina, retratado, desde lugar diferente, por Martin Scorsese en “Gangs de Nueva York”. En Argentina, cómo todo el proceso se incardinó al desarrollo de la ganadería, Perón no es comprensible sin los matones del gremio de la carne.
Sin embargo, la burda representación, la Invención de la Historia, las argucias implacables, de una feroz implantación en las fronteras axiales de Europa, no desmerece los modelos enteramente “europeos”. En España, las provisionales alianzas políticas, tras condenarnos al silencio-Martín Santos podía haber extendido su cronología literaria- nos persiguen, atemorizan, ridiculizan. Bien es cierto que no en público, aún…
En Francia, nuestro faro y madrastra, la Historia, hace tiempo, la escriben las mayorías parlamentarias. La persecución de los historiadores se ha convertido en un modismo. La descalificación, el desprecio, procedente de peculiares e irrelevantes personajes, acomodados desde el poder. Desde otro lado son masas borrosas, interinos, profesionales del nuevo quehacer de identidades o memoria.
Alexandre Adler: J’appartiens, en très bonne compagnie (Hélène Carrère d’Encausse, Alain Finkielkraut, André Glucksmann. . .), selon notre confrère Le Nouvel Observateur, à une nouvelle famille d’esprits, “les néoréacs”. Pour paraphraser le Shakespeare de Jules César : “Si tel était le cas, ce serait une lourde faute et lourdement devrons-nous en répondre un jour. “ Au-delà de toute polémique, j’ai essayé de comprendre ce que cette nouvelle épithète pouvait bien signifier aujourd’hui. Et voici la réponse : un néoréac n’est néo que parce que la forme de réaction qu’il incarne est nouvelle, tout autant que le progressisme qu’il combat s’appuie sur un paradigme non moins nouvea.
“Le Point” suma al panel de los señalados, a Regis Debray y a Alain Kouschner.
Son, somos, soy, los “Nuevos reaccionarios”. Hacen frente a lo políticamente correcto: las malas conciencias, la guillotina de la memoria. La cacería encabezada por Le Monde, contra Finkielkraut, a la que se suman, Le Nouvel Observateur y Libération, por una supuesta e inventada posición pro-judía, es la expresión más cualificada de la intensa batalla de posiciones abierta y dirigida por los mass media progresistas europeos contra el discrepante.
¿El modelo social francés? La idea rousseauniana de que todo problema social tiene su origen en la misma sociedad. ¿Pero cómo se puede entender que Villepin tenga una opinión de izquierda cuando la derecha estigmatiza lo proclamado? ¿Qué sucede con esta forma de pensar? ¿Por qué denunciar un exceso de derecho penal, y designar a la tolerancia como nueva religión? Si unos desean el mestizaje como única forma de combatir el pensamiento monolítico, ellos, nosotros, yo, pregonan la vuelta a valores clásicos como forma de oponerse a los iconos de la modernidad, convertidos en ideología y casi en una tiranía de la libertad de expresión. Una creencia en los valores euro-centrista del mundo, en el caso preciso de la colonización, que desea se le redima de ese papel de tirano.
¿Por qué no entrar en los grandes asuntos? ¿Existe responsabilidad en la víctima o, al menos, una versión de su pasividad? En el caso Eichmann, Hannah Arendt avanzaba por tan proceloso, más real, proceso de investigación. Por estos lugares se cita también a Michel Houellebecq. Una especie de cese de la inocencia a través del cual volvemos a creer en la capacidad destructora del hombre.
La cruzada ridícula y antidemocrática a periodistas o historiadores no académicos en España, se acerca a lo fantasmagórico, de no ser cierto: manifestar que deben ser encarcelados por sus posiciones sobre la Guerra Civil o el Franquismo, o amenazar abiertamente sobre supuestos escarmientos. Desde luego, quienes lo hacen, sumisos ganadores de premios o prebendas, en la Editorial de un famoso grupo mediático, lo firman en su nombre y en el de quien se lo permite. No introduzcan en la patraña a los “historiadores académicos”, al menos no a todos. Yo no le di permiso o consulta previa. Patético.
El mismo Pierre Nora denuncia esta feroz utilización política de la memoria:
J’avais déjà dénoncé voilà vingt ans, dans la conclusion des Lieux de mémoire, les dangers d’une certaine “tyrannie de la mémoire”. La mémoire, ce n’est pas l’histoire. Mais, depuis, les choses se sont aggravées. A l’époque, les minorités sociales, sexuelles, provinciales, etc., qui s’exprimaient demandaient avant tout une certaine reconnaissance légitime. La mémoire était, si l’on peut dire, “modeste”. Ces groupes ne revendiquaient pas de droit. Aujourd’hui, certains défenseurs de la mémoire ont une tendance à se montrer agressifs. Ils imposent une mémoire tyrannique, parfois terroriste, notamment vis-à-vis de la communauté scientifique. Des historiens très sérieux sont jetés en pâture à des groupes de pression qui utilisent de plus en plus la menace de la loi pour occulter des vérités qui ne leur conviennent pas. Il faut empêcher les gardiens de telle ou telle mémoire de prendre en otage la recherche historique. Ils exigent que l’histoire les serve parce qu’ils projettent les préoccupations du présent sur les événements du passé. C’est ce péché d’anachronisme qu’il faut dénoncer. Et ce n’est pas le législateur qui peut le faire, mais seulement les historiens.
¿Por qué aceptar el papel de verdugo, de tirano? ¿Por qué la rendición sin condiciones? ¿Podremos vivir con la angustia del ejecutor? Si en el mestizaje, en el Islam, en incomprensible mezcla con el marxismo tradicional, se alberga el Santo Grial, está sellado el futuro.
La mia colpa era di aver fermamente condannato gli attentati terroristici dei kamikaze palestinesi che mietono tante vittime tra i civili israeliani. L’ordine impartito era preciso: se avessi continuato a contestare il terrorismo dei kamikaze palestinesi, mi avrebbero ucciso. . . . Oggi è arrivato il turno dei sunniti. Perché il terrorismo è una spirale avvelenata che non risparmia nessuno. Gli iracheni l’hanno capito sulla propria pelle. Ora speriamo che lo capiscano anche gli occidentali che, seduti comodamente sulle poltrone del salotto, continuano a idealizzare e esaltare la “resistenza” irachena. Escribe Magdi Allam, en el Corriere.
Occidente es el monstruo, la representación del mal, el gestor de los demonios, generador de miseria, explotación. Acabemos con Occidente. Volvamos a la Edad Media. Arranquemos los papeles de Hannah Arendt. La responsabilidad es única e inviolable. Tranquilicemos los conceptos. En las paredes está escrito: América es culpable. Sigamos los modelos de los países musulmanes tradicionales, aquí, sin grandes confrontaciones teóricas, la identidad le es dada y confirmada por todas las instituciones sociales, desde la familia hasta la mezquita, pasando por el Estado. Recordemos a Salman Rushdie, condenado a muerte por blasfemo, y a todos los creadores perseguidos, por negar el mito identitario de la patria o enfrentarse al totalitarismo religioso. Denunciemos la confluencia, teórica y política, desde Oriente y Occidente: nacionalismos europeos, fundamentalismo islámico, terrorismo global, entrelazados con fuerza, en los vacíos agónicos del ex-comunismo.
La Verdad como coartada. En Italia, a Massimo D´Alema, presidente de la DS, se le califica como a los historiadores nazis, de “revisionista”. Su cruel delito, haber señalado que un proceso como el de Nuremberg, hubiese resuelto de manera más adecuada el final del fascismo.Que los cuerpos colgados de Mussolini, la Petacci, y otros son situaciones de guerra, pero difícil de aceptar. Y las tormentas de la Eneida.
Armando Cossutta, presidente del Partido de los Comunistas italianos (PDCI), defiende que Mussolini fue ejecutado por orden del Comité Nacional de Liberación, en nombre del pueblo italiano. Y su partido y los Verdes y las Asociaciones de Partisanos. Cosida la boca, apagado el cerebro, empaquetadas las conciencias.
Para Fukuyama, los europeos contemporáneos otorgan poca importancia a la identidad nacional en favor de una europeidad abierta, tolerante, “pos nacional”. A diferencia de la mayoría de los recién llegados a Estados Unidos, pocos se sienten verdaderamente aceptados por la sociedad que les rodea. Pero los holandeses, alemanes, franceses y demás, retienen un fuerte sentido de su identidad nacional y, en grados diferentes, se trata de una identidad que no resulta accesible para la gente que llega de Turquía, Marruecos o Pakistán.
Jean-Jacques Guillet s’est étonné de ce “manque d’enthousiasme. Le député des Hauts-de-Seine estime que la France commémore plus volontiers ses défaites que ses victoires. “Notre réserve contraste avec la commémoration de la bataille de Trafalgar par les Britanniques, argumente Jean-Jacques Guillet: la France avait alors trouvé tout naturel d’y participer en envoyant le porte-avions Charles-de-Gaulle, fleuron de sa flotte. “ Professeur d’histoire d’origine, Lionnel Luca (Alpes-Maritimes) estime “ridicule de juger le passé à l’aune des valeurs du présent. L’anachronisme est une erreur grossière en histoire. Pourquoi les Français seraient-ils condamnés à s’autoflageller en permanence?”
La endeblez de los argumentos, resulta el más útil de los procedimientos. Sectarismo anticientífico. Filosofía de una u otra orilla. Conmigo o contra mí. En una dinámica inexorable que convierte a Horowitz en modelo, Radical Son.
. . . tells many truths we do not wish to believe. It is a searing book, an unflinching book and deeply honest. A reader may not come to Horowitz’s conclusions about politics present. But about politics past he is undeniable. James Atlas was not wrong when he characterized Radical Son as a work of literature, for that is precisely what one feels in the shape and ring of its paragraphs. Horowitz`s painful narrative is more honest and to my mind, more important than other memoirs of those times.
Otros aman su identidad hasta en la policía. Entre 1956 y 1959, Grass vivía en París, en una situación política grave debido a la guerra de Indochina. Al asumir De Gaulle el poder, fue detenido por la policía durante una noche, comprobando en tan largo y terrible secuestro, el comportamiento brutal de la policía con los jóvenes: “entonces me dije que si tenía que tener algo que ver con la policía, mejor enfrentarme a una policía cuyo idioma entendiera. Eso aceleró mi regreso a Alemania”, contó Grass. Como escritor da más o se confundió con su época en las SS.
Tenemos nuestra pequeña historia y responsabilidad. Cuando comenzamos la demolición de la idea y la materia de la historia universal, construyendo en nuestros planes de Estudio, centenares de microidentidades sustitutorias y reivindicativas, poníamos las bases de una profunda reestructuración, en la que, sin sentirnos implicados, la generosidad intelectual, derivaba a la historia, la narrativa, la razón revolucionaria de las minorías. En nuestra ignorancia, la batalla contra Occidente, engrandecía a los colonizados por la cultura y denigrando donde vivíamos, y a quién repudiábamos. No es imprescindible crítica alguna a la posmodernidad. La abrimos nosotros deprimidos por el manifiesto interés de las novedades epistemológicas. Las guerras por el reconocimiento estaban en bandeja. Se troceó la totalidad, como al cristianismo, tras el marxismo, la inane realidad parió las solicitudes, exigencias, referentes más complejas y dispersas. Esto es la posmodernidad, pero qué importa. Había que revisar los conceptos. Aquello era el final. Era el principio. El fin de la política, de lo político, la hegemonía, una parte mutilada de Gramsci, de la cultura. La primacía de “las nuevas categorías”, empezamos por la clase obrera, la historia de Andalucía, los géneros, el género en particular, las minorías, la emigración. Se terminó la historia y con ella los grandes objetos colectivos. Me temo que era inevitable. Más quebraron las ideas utópicas y matamos su expresión. Proclamamos, torpemente el relativismo. Una larga y apasionada historia de Europa, en el que todas las tendencias, habían instaurado en los sistemas, viejas y profundas igualdades sociales. Incluso amamos el modelo oriental hasta avanzados los 70. Como en un flashback incesante los géneros antiglobalizadores, Sami Nair en el Evangelio, el complot del capitalismo, contra la igualdad social del mundo. Les espero en los antiguos países del Este. Hablaremos.
Ahora me incluyo en la rebelión de prestigiosos historiadores franceses contra la historia:
[…] une vingtaine des plus grands historiens français ont décidé de briser le silence. Dans une pétition intitulée Liberté pour l’histoire! ils rappellent que, “ dans un Etat libre, il n’appartient ni au Parlement, ni à l’autorité judiciaire de définir la vérité historique” . “L’histoire, ajoutent-ils, n’est pas un objet juridique. Il faut arrêter de se tourner vers le Parlement pour régler des controverses historiques” (lire le Figaro du 14 décembre 2005). Et la pétition demande l’abrogation, non seulement de l’article 4 de la loi du 23 février 2005 mais aussi de toutes les dispositions législatives qui ont, depuis une quinzaine d’années, “restreint la liberté de l’historien”, y compris l’emblématique loi Gayssot. Une chose est sûr: “Une société ne peut rester indéfiniment en colère avec elle-même”. Dans sa tribune au Journal du dimanche, le ministre de l’Intérieur a justement cité Paul Ricoeur. Cela suppose de reconnaître les souffrances passées. Mais de ne pas confondre une mémoire, de plus en plus orientée de part et d’autre, et l’histoire.
Marcuse y Adorno creyeron a mediados del siglo XX en la aparición de un hombre sin memoria. No parece que acertasen en tales previsiones o al menos en el concepto de memoria; más aún, la “obsesión” por la memoria ha hecho a esta reivindicativa, cuanto no odiosa. De instrumento a revisión epistemológica.
No tendrá sentido este libro sin una versión, sino convincente, al menos comprometida, del sentido histórico del tiempo vivido, de sus efectos, de las aportaciones al cambio político, de la compleja versión generacional. Ni pretendo, y radicalmente debe rechazarse, que mi narración pueda ser representativa de un periodo o grupo de personas. Es más, creo que en absoluto. He dialogado y encuestado a mis compañeros de clase. Las preocupaciones, los sueños, los objetivos, vivían en otros astros de la juventud amable. Las vanguardias políticas, los poetas oficiales del sindicato, los habitantes del bar sagrado de la revolución, convivían con sus monstruos y sus aspiraciones. Los transterrados de la tierra mutaron en viajeros informados. No llevaba compañía.
Creo que mi fatídica existencia, mi fatum poderoso y destructivo, se amasó en largos años de cristianismo místico y arrebatado. La rebelión contra él, contra mí mismo, marca las cicatrices que aquí dibujan un periodo y una biografía, ambos turbulentos, intimistas y públicos, duros y sensibles. Inadaptados. Enfrentados.
Si la descripción ofrece perfiles son, modestamente, personales, orientativos, de quienes tenían 20 años, en la Generación de 1968 o la Generación de 1970. Diferentes, estimo, y ni en una u otra, me integré. Tómese una parte, nunca el todo. Tampoco es preciso que me crean. No lo pretendo.
La ironía, no desafecta al respeto a la dura realidad del franquismo, me acompaña enhiesta, vigilante. A nadie busco conmover. No cumplo una promesa al Cristo del Paño. La Agencia Pinkerton jamás me hubiera contratado. Me deslizo. Ni tautología, ni paradoja. La palinodia no entra en mis cálculos. Mas debo contestar mi propia pregunta. Proclamo, de antemano, que me parece haber estado siempre en el lugar inadecuado. En mi propia oposición. Entre los dioses de la memoria ni me busquen. No aspiro a tanto. Mi fracaso es comparable a su traición. Mi renuncia tiene como contraprestación su farsa. Mi culpa, reverso de su inmoral mentira, la expío en silencio. Son los usurpadores de la memoria.
Nietzsche escribe algo tan incontestable como insuperable para el cronista: Todas las cosas que duran largo tiempo se embeben progresivamente de razón, hasta tal punto que se hace increíble que hayan tenido su origen en la sinrazón. Siendo el presente tan propenso a las grandes transformaciones epistemológicas, debo vigilar mi testimonio con mentalidad histórica, que pide T. G. Ash.
Ningún vencido tiene justicia si lo ha de juzgar su vencedor, dice Quevedo. Resueltamente lo ratifico. Seguramente lo presienten los aludidos. No son los del último parte de guerra. Estos desaparecieron. Gobiernan desde la Transición, ocultos o al viento, rescriben. No han vencido, todavía. Están en el buen camino. En la Vía Augusta, estorbamos. Nuestros trabajos no existen. Nosotros nunca existimos. Ellos son los vencedores de Quevedo, los arquetipos de la nueva historia y de la desaparecida, en clandestinos ofrecimientos, España.
Juaristi entiende que el único modo de sacar un rendimiento marginal al fracaso, retomando el conjunto de Memorias de la generación vasca de 1970 –urdidores de un generoso espejismo político cegador-, como una colección de fracasos personales, consiste en renunciar al consuelo, que impide arrostrar una implacable puesta en cuestión de la propia biografía. Cita unos versos de García Calvo: “Enorgullécete de tu fracaso / que sugiere lo limpio de la empresa”. Estoy de acuerdo. Más tendríamos que discutir ante qué tribunal juzgamos nuestras entelequias, errores, miserias. Sobre su imparcialidad, competencia, seriedad, solvencia. Ante los usurpadores, tales actos de contrición pueden resultarles cómicos. Del “fracaso” se surtieron ávidos, montaron el inmenso reflujo de lo nuevo, sobre lo viejo. Copiaron sin citar. Escribieron sin pie de página. Este subgrupo no batalla por los valores morales. El fracaso es un honesto aporte, porqué se hizo y nada a cambio se solicita. Reclamo una parte, si la hubo, de los éxitos, de nuestro ofrecimiento, del desgarrado fracaso, del olvido imperdonable, de aquello que entregamos. Denuncio a los infractores públicos y sectarios, desde la falsedad o el enjuiciamiento más que generoso.
También son de nuestra generación, de la izquierda; Ciudadanos de Cataluña, plataforma a la que pertenece Boadella, junto a Arcadi Espada, Francesc de Carreras y otros ciudadanos de Cataluña. Instalados en la decepción, empujados por una profunda y antigua llamada, la del deber, pugnan por lo evidente, el más obvio de los imposibles: ser libres en el degüello estúpido del nacionalismo.
Somos, aquellos que oscilamos entre los 50-60 años, la última promoción de posguerra por familia con memoria y más bien sin ella. La primera surgida, en proporciones demográficas significativas, de las clases medias franquistas, la primera que de manera directa nos opusimos al régimen, sin llegar a la frontalidad, unas cortas generaciones-promociones, que fueron barridas por la profesionalidad política, unos inadaptados a la revolución de las medianías. El mamut frente al hombre. En parte, todo ello, nos reservó una notable dosis de Superioridad Intelectual y Moral. Sirvió, cuanto menos, para sobrevivir cuando se derrumbaron los muros construidos por la ingenuidad y se elevó el gran proceso de occidente: la democracia, y nosotros seguíamos creyendo en la “excepcionalidad” de España. Renunciamos, después, también a la superioridad, creación emergente de la tristeza, por errónea. Era, sin embargo, una sensación íntima, sin destino o alusiva. Un pilar, un sostenimiento ante lo ingrato. Sorprendente por desconocido. En el torbellino siguiente, en plena borrasca también nos fue arrebatada. En los pendones de la paz, tras la guerra, fueron calcados en letras espurias por los falsarios. La posguerra fue, como es de prever, intensa e implacable. Pública por los publicanos. Rechazable por los originarios de aquel perdido, turbado, lugar y tiempo.
Ciertamente, en 1968 el proceso histórico se elevó, como en todo Occidente, y generó niveles de creación desconocidos y amplios. Fueron tiempos de intensa creación. Unos murieron, otros nos mataron y el resto pervive en la nostalgia. Pero el espectro fue poderoso. Nadie creció o apenas después y diseñamos, y así está, el futuro sin que haya sido desmontado. Solo una parte de los autores pasamos la frontera, costosamente, saliendo del dogma como una liberación. No despuntó la hierba y los que izaron la bandera ajena, los prototipos imitativos, están dispuestos a enarbolar la verdad sin mácula hasta la muerte. No sé porqué los impostores reclaman honores donde vive el poder, el dinero. Es insoportable. Como el Gran Imperio Británico, en esta ocasión en nombre de la idea y el bolsillo, transforman la mentira en política de estado autonómico. Pasaron los días y años y no se enhebraron más que deformaciones de aquella romántica coyuntura, que hoy se editan como recopilaciones.
¡Me hacen gracia esos blancos¡ decían los Lacotas. También a mí. Heredamos a nuestros profesores, nos saltamos varias generaciones, somos, todos aquellos que decimos ser, catedráticos. Al final la vida académica nos fue favorable. De las afectaciones espirituales, declino el juicio. Los sustitutos aterrorizan a las masas conservadoras, desprecian a la clerecía, fustigan al franquismo, visionado, apenas, un video de la transición y no han renunciado, sino enaltecido, los vicios burgueses. No hay prototipos. Quizás solo los primitivos miembros del PCE, albergados en las covachas secundarias del PSOE. Quien más recuerda, en un afán universalista, aquéllas melodías es Fischer, ex Ministro de AA.EE. alemán. No puedo decir que no sea envidiable. Como Villepin pero más bajo. Enormes figuras. Barrido el primero, cerrado el ciclo de los fantasmas franceses. Se acabó París. Sobre la eternidad superior de la historia. Ni dadá ni nausea. Nada. El fracaso generacional de los héroes del 68: funcionarios de UE. Ni agua, ni playas, ni lo imposible, ni adoquines. La vieja aristocracia, repintada como máscara vieja, con carmín rojo y violeta, deambulando, prisionera de nuestra propia incapacidad. Rectificar es de derechas, neocons. ¿No habían leído a Lenin y sus revoluciones en el lado más débil de la cadena? Pues ahí tienen las periferias, los partidarios de la historia inmóvil. Los barrios ateridos y sublevados ante sus creadores. Sed realistas, pedid lo imposible. ¿No han trasmitido esa consigna a sus jóvenes franceses? Claro que ellos no sueñan. ¿Qué argumento es ese? Se acabó el progreso de la posguerra, la revuelta estúpida de los que nada se jugaban. Años para enmarcar. Se acabó. ¿Qué intelectuales nos envían? ¿Cuántas ideas, al margen del odio americano? Por el camino que conduce al Aeropuerto Charles de Gaulle, cualquiera se puede avergonzar de las revueltas de charol, tal y como fuimos y aquellos maravillosos años. André Glucksmann se pregunta sobre la capacidad de atentar contra la base cultural de occidente, sobre el terrorismo bendecido. Claro que este tipo es un reaccionario. En los guetos no esta el Che, ni Mao, ni Villepin, el pacifista mundial. Si esta no sirve, si la sociedad no ofrece alternativas. Es fácil, construyamos otra. El Islam es la guía. Occidente se arrodilla ante el nuevo canon de la revolución. También en París. Más en París.
¿Podremos defendernos de quienes nos defienden el pasado, nuestro pasado, mi pasado? ¿Existirá tan monstruosa versión dogmática? ¿Deberemos enloquecer para apostillar las tendencias del materialismo posmoderno? ¿Instalarnos en el trauma, en el dolor pasado, en las experiencias vívidas, por la sola razón de la reivindicación conservadora del postraumatismo? ¿Como el doctor López Ibor y sus enfermedades marxistas estamos obligados, en nombre del mismo marxismo, desde la vía opuesta, a reconvertidnos en enfermos antimarxistas? ¿Es una degeneración siquiátrica el anticomunismo?
Manuel Cruz nos solicita que habrá que defenderse del pasado. Un largo exordio, el libro de un exorcista, que emerge con sólida descalificación, prometiendo tendencias, aperturas, y así recorre Las malas pasadas del pasado, amaga y amaga, y, en momentos de debilidad personal, descalifica. Un buen trabajo para un mal instante irreflexivo:
-Sin embargo, del temprano “nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”, de Pablo Neruda. . . podemos encontrar todo un abanico de decepciones y desfallecimientos que, curiosamente, parece cumplir siempre la misma función, a saber, aliviar (cuando no justificar) alguna mala conciencia, a base de transferir al causante del desfallecimiento o de la decepción la responsabilidad por la propia mudanza.
-Escribo y contesto: me gusta que rompas la tendencia progresista de la casuística social como emprendedor motivo de las desviaciones intelectuales o morales. Al fin el responsable último es el individuo, solo, desfallecido, irresponsable, quien alivia y justifica la incalificable mudanza.
-Choca tanta coincidencia. . . quienes se hicieron cargo de la totalidad de su propia vida como un proceso, pueden reconsiderar antiguas posiciones. . . sin por ello sufrir las espectaculares caídas del caballo, tan características de quienes prefirieron la adhesión a la interiorización.
-¿Hablamos de la perversión del cambio histórico? ¿De la desestructuración de conciencias? ¿De la endeblez intelectual de Pablo? ¿De la metafísica religiosa? ¿De quienes formábamos bandas de jóvenes adheridos, como al Caudillo, pero al revés? ¿De aquellos que nada interiorizamos, pelotones de torpes que, con los libros de Ciencia Nueva, a modo de Libro Rojo (que también) recorrimos el pasado con el superficial ropaje de la izquierda, dejando el espíritu en el hostal de los placeres?
-Es comprensible que estos últimos, acogidos a tan frágil y exterior vínculo, en cuanto sufren el primer contratiempo. . . se apresuren a desprenderse de los viejos esquemas. Justo lo contrario de lo que declaraba el viejo luchador (el viejo Sandro Pertini) hemos de aprender a luchar incluso cuando no nos queda ninguna esperanza.
– ¿El primer contratiempo, dice? ¿Qué sabe de los golpes que se infligen en las vidas ajenas? ¿Qué atrevimiento es este? ¿Es científicamente inaceptable desprenderse de antiguas o superadas concepciones o representaciones? Cuántos científicos, amigos o no, son admirables, luchadores, invencibles: ¡Hablan igual que hace treinta años! ¡Defienden similares planteamientos! El viejo Sandro Pertini asistió a la mayor operación de corrupción política que ha vivido la historia política de Europa. ¿Luchar por lo mismo, que como ejemplo nos somete el autor, es decir, Craxi, la tangente, la persecución de la justicia?
– Ofrece un escaso interés teórico dedicarse a denunciar la existencia de arribistas en materia de ideas. . . sólo se desencantan de un determinado tipo de ideales y valores, nunca de otros.
-Menos mal que se perfila la nueva tramitación de la memoria histórica, exigiendo pensiones a las victimas del antifranquismo ¿tiene precio la lealtad de tu atribulada pero comprometida vida?
José García Domínguez ha escrito:
Ya que es de justicia que se resarza pecuniariamente a aquellos que entonces eran demasiado jóvenes como para conocer, por ejemplo, que Vicens Vives, el muñidor intelectual de la identidad nacional de la tribu, tenía publicadas frases como ésta: “El Generalísimo Franco ha vencido a todas las satánicas fuerzas de la revolución”.Porque si los cuatro imberbes de las Juventudes Comunistas supiésemos que el camarada-jefe de nuestro partido, Rafael Ribó, se tuteaba con su medio pariente y amigo, el ministro de Gobernación Tomás Garicano Goñi, ¿crees, que igual habríamos hecho el indio, corriendo por las Ramblas? Y constándonos ya que Pasqual Maragall ejercía de mano derecha del hombre del dictador en Barcelona, Porcioles, Y qué decir del resto de la tropa. De franquistas hasta la médula, como el gracioso de Fabián Estapé, o como Manuel Sacristán, o como la familia Espriu en pleno, o como toda CiU, o como…
¿Se refieren los héroes de la coherencia, los jinetes sin desmayo a estos viejos luchadores o citamos muchos mas?
Péter Esterházy, ante la agónica limitación intelectual y utilización política de la memoria colectiva en Europa, tras recibir, en carne propia, las duras sorpresas de la memoria privada y pública, ha debido rectificar sus propias concepciones. Mirar a los intelectuales del antiguo mundo comunista es fuente de enorme riqueza.
En cada parte de Europa hay niveles de olvidos y recuerdos. El recuerdo después de 1945 tiene algo de escandaloso porque está lleno de mentiras y autoengaño. Está muy relacionado con la historia de los países del Este a partir de 1990 y la caída de los regímenes comunistas: aquello fue la gran estampida de los cómplices. Pero también en la Europa del Oeste han ido apareciendo hiatos dentro de la historia. Es decir, no todos se comportaron de la manera heroica que nos dijeron, algo que no nos puede llevar a la tranquilidad: nuestra visión del pasado y el recuerdo están en constante cambio. Eso le pasa al novelista y lo puede usar constructivamente: puede utilizar su propia cobardía en positivo.
Desprendido de cualquier previo compromiso, aliado a las fuentes que rompen lo previsto, es posible acercarse a lo que Nora llamaba egohistoria. Me sacuden incisivas palabras, mi oficio de historiador me abruma, produciéndome una ruptura interna; ¿mi tiempo coincide con el tiempo histórico o académico? El gran drama de la conciencia intelectual, y una entrega obsesiva a la verdad crítica, sin piedad, me altera. Mis inevitables, nuevos, perfiles ideológicos, el perfil ideológico, que se confronta y rompe violentamente, en un trabajo que describe un pasado contado con las visiones que recuerdo, duras, y el presente que va anulando aquellas banderas, con fiereza, desacreditadas o usurpadas? Cómo ser aquél y este que rompe y rasga una etapa, ya larga, de la historia? ¿Puedo interrogarme sobre la licitud de mis cambios operados?
Me inclino hacia una Historia comprometida con la libertad, descreída y agresiva. Como Ruiz-Domènec, me obligo a recapacitar, con el antidogmático Veyne, con Stone en su polémica con Hobsbawn, con el camino herético de los Le Roy-Ladurie, Duby o Zemon Dables.
Desde luego, declaro mi orientación hacia trabajos que otorgan prioridad al factor humano y la historia narrativa. Creo que puede entenderse lo que escribo, más la proximidad a Elisabetz Kostova u otros mecanismos actuales, están cercados o cercenados por las fuentes, que me atan a la tierra como raíces.
Creo, en este libro, por primera vez en nuestra historia de España, poder ofrecer un estudio pormenorizado de los mecanismos políticos, jurídicos y policiales del Régimen. Un proceso del Tribunal de Orden Público. Desde la detención hasta la cárcel, desde la salida de la cárcel a la entrada en otra cárcel, el ejército. Un quinquenio que arranca del 68 español no francés, hasta la muerte de Carrero. Partes de un todo, cortes históricos, que se difuminan en los ámbitos menores de ciudades medias, biografías de lo cotidiano, dolor y sufrimiento. Apenas nada del terrible acontecer del mayor infortunio. Vivimos y eso es todo.
Y, si el destino quisiese que lo que escribo viese la luz, o alguna reseña en periódicos al margen, estoy preparado. Solo los milagros del dios del azar incierto, impidieron, -en una terrible agresión de los Guerrilleros de Cristo Rey con Mariano Sánchez Covisa al frente-, que se empaquetase mi cuerpo delgado al Cementerio. De nuevo estoy preparado. Solo la pérdida de los sentidos inútiles del heroísmo del todo a cien modifican las decisiones. Si fuese a Cataluña los Guerrilleros del Nacionalismo y el Socialismo, mostrarían los fundamentos renovados de sus ancestros, los de Cristo Rey. Aquí, más al Sur, sin tenerlas todas conmigo y menos con ustedes, lectores, aguardo impávido y satisfecho, las recientemente iniciadas galeradas de insultos, ciertas manifestaciones que siendo públicas, alcanzarán grados de moderación. Cualquier día, en la esquina difuminada de tu vida, aguarda una sorpresa. Por eso has vivido. Has dirigido, pese a que ni tú mismo lo entiendas, y eres responsable de tantas cosas…No te extrañes. Tu nombre, nuestros apellidos con sello de pasado, corre por los inciertos caminos del espacio.
Y tropieza en los groseros espacios del Régimen. Me esperaban. Estos tipos siempre disparan a la nuca. En su avance, no dejan huellas o enemigos, a retaguardia. Son buenos. Altamente profesionales.