La sutil separación entre España y “El Pueblo Español”. “Hispanistas” sin España. Los intelectuales de la izquierda y la idea de España

PROF. DR. D. ANTONIO NADAL Universidad de Málaga

La “desnacionalización” de parte de la izquierda española y el movimiento obrero sufre un profundo giro como consecuencia de la rápida y necesaria adaptación que el alzamiento militar de 1936 produce, aún en su amplia diversidad, en el seno de la misma.

Anarquistas, socialistas, comunistas deben, igualmente, encontrar algunas posiciones unitarias, inevitablemente más próximas al sentido de nación o estado al que deben, ahora, defender y de cuya concepción han estado tan alejadas en la teoría, ante la veloz marcha de los acontecimientos militares.

No obstante, sería el PCE quien defina con nitidez y prontitud la modificación del carácter y naturaleza de la guerra: de la guerra revolucionaria por la Defensa de la República, por la victoria de la democracia sobre el fascismo, se convertía, por la intervención de las fuerzas armadas de Italia y Alemania, a la vez, en una guerra nacional por la independencia patria .

La lucha ha tomado un carácter nacional, se ha transformado en guerra santa, guerra nacional… que ve su patria, sus hogares desgarrados, arrasados, vendidos al extranjero. ¡La independencia de España está en peligro! Hasta tal punto que las cenizas del obispo don Opas y el conde D. Julián se habrán estremecido de júbilo.

Así pues, como en jornadas gloriosas de pasadas luchas defendiendo la integridad del país, el pueblo español (Sagunto, Numancia, los comuneros, las guerrillas anti francesas, los liberales anti absolutistas…) no consentirá que el suelo sea hallado por la “pezuña sangrienta de los traidores a la patria ni por los rapaces extranjeros”.

Santos Julia sobre la identificación nacional de la Guerra Civil matiza: “si la coalición de militares, católicos y fascistas armó su discurso sobre la verdadera y eterna Nación española y calificó la anti-España, la coalición de leales a la República se identificó de inmediato con el único y eterno pueblo español el que se había levantado contra el invasor romano y resistido contra el invasor romano y resistido contra el francés como mostraban los ejemplos de Viriato y Agustina de Aragón” .

La sutil diferencia, no obstante, entre eterna Nación española, y eterno pueblo español, me parece la permanente aporía que padece un sector mayoritario de los historiadores y sociólogos españoles ante la asunción de la “idea nacional” por la izquierda o la clase obrera española y que irá en el proceso político-militar siendo matizada o asumida indistintamente por ambos bandos. La idea esencialista de España (La Patria) constituirá uno de los más poderosos motores de la Guerra Civil entre los contendientes y posteriormente del exilio en los vencidos.

La Guerra de la Independencia española abre, igualmente nuevas interpretaciones – oportunistas o no- de nuestra historia ante la profunda renovación actual. Nuestra incardinación y cooperación con movimientos o pueblos, la tradición de quienes en siglos anteriores, señala J. Díaz, como Byron en Grecia o Mina el Mozo en Méjico habían peleado en tierras extrañas por la causa universal de la libertad . Antecedentes, reclamados cuando la República se hundía, de las Brigadas Internacionales, en defensa de España y del único país socialista que en 1936 existía en el mundo, la URSS a quien, como las luchas por la independencia griega o hispanoamericana, era preciso ayudar ante política de no-intervención que impedía conseguir armas por parte de los países capitalistas (Francia, Inglaterra y otros países). La URSS y España frente al imperialismo formarían una muralla imbatible, también Napoleón se estrelló en Rusia y España… “Lucháis por la libertad e Independencia de España”, les dijo Pasionaria. En la defensa de Madrid, Herrera Petere, Juan Rejano, Emilio Prados, Antonio Aparicio, José Bergamín, Luis de Tapia, Antonio Zozaya, León Felipe y otros editaron el Mono Azul donde se cantaban las heroicas actividades del pueblo español ante las invasiones extranjeras y la traición de las clases dominantes .

Ahora no convivían con las tropas del General Wellington: “La agresión de la Italia fascista y la Alemania hitleriana contra la República española ha podido desarrollarse hasta ahora, gracias al apoyo del gobierno conservador y de la burguesía reaccionaria de Inglaterra” .

En la Unión Iberoamericana, noviembre de 1938, el Secretario General del PCE pronunciaba una conferencia sobre “lo que España enseña a Europa y América”. Apuntaba que el movimiento liberador de los nuevos pueblos estuvo inspirado no por “la España Feudal y reaccionaria, sino de la España liberal y democrática cuyos mejores hijos se alzaban ya contra el despotismo de Femando VII; de la España de la Guerra de la Independencia que derrotó a Napoleón; de la España de las Cortes de Cádiz” .

Las Juntas Provinciales permitieron a los pueblos de América organizar sus primeras juntas para luchar por su emancipación. La rebelión de Riego privaría de auxilio a los ejércitos realistas que combatían a Bolívar.

Ahora que la Independencia de España, señalo, está siendo destruida por agentes del fascismo internacional, es preciso recordar la tradición liberal y democrática de España.

El final de la guerra y el exilio fomentan, con más intensidad, el contenido mítico del carácter nacional de la oposición militar, política e internacional al régimen franquista.

En la guerrilla, cobraba sentido, en una larga secuencia de memoria histórica, la identificación de la lucha guerrillera antifranquista y “los abuelos” que combatieron a Napoleón. En la sierra, los maquis ocupaban parte del día en leer los Episodios Nacionales, y El Empecinado era frecuentemente citado como el ejemplo donde mirarse.

La ruptura histórica que supuso el franquismo nos apartó como tumbas del pasado, pero los hombres de la sierra que pudieron nacer a finales del XIX tenían al igual que el resto de los españoles, tradiciones de “guerras” nacionales o coloniales, a causa del servicio militar. La primacía de la Guerra de la Independencia sobre los conflictos nacionales se debe fundamentar en la idea de la defensa nacional o patriótica, ligada a la tierra, al ámbito local escasamente modificado durante la primera mitad del siglo XX.

El pacto yanqui-franquista

Hasta la Política de Reconciliación Nacional, las directrices del PCE provocadas por la Guerra Civil no se van a modificar. Las dos revistas editadas antes de los grandes cambios acaecidos en 1956, e incluso de 1953, Cultura y Democracia (1950) y Nuestro Tiempo (1950-1953) van a tener como posición estratégica clara, la lucha contra el Pacto Yanqui-franquista. En ninguna publicación anterior, tantas y tan variadas, aunque bajo el control del PCE, habían reivindicado el pasado nacional, en especial las figuras y etapas militares de la Guerra de la Independencia, con tanto énfasis, para deslegitimar al régimen franquista “Estado mayor yanqui” y reivindicar la Independencia de España.

La intensidad de la política cultural del PCE en 1950 tiene muchas variables y pocas razones sólidas (sólo mitigadas por la “autonomía” de los intelectuales, de luchar en los momentos políticamente más difíciles o defender la política exterior soviética).

La década de 1950-1960 asiste a la rehabilitación internacional del régimen de Franco. España ingresaba en la OMS en 1951, en la UNESCO en 1952, en la OIT en 1953, y como colofón el pacto oficial con EE.UU. y la Santa Sede. La ONU abrirá sus puertas en 1955 e incluso en 1956 con la nueva dirección del PCUS hubo algunos puntos de deshielo con la repatriación de unos miles de españoles “niños de guerra” y un centenar de miembros de la División Azul prisioneros en Rusia.

El cénit de la guerra fría, brillantes intelectuales europeos, a través del movimiento por la Paz, había llevado a los PC a Luis Althusser, Galvano della Volpe, Lucio Coletti.

El PCE poseía dos grandes núcleos de emigrantes intelectuales en París y Méjico. La primera revista Cultura y Democracia, fundada en París en 1950 está promovida e inspirada por el joven Jorge Semprún, en rápido ascenso en el aparato del PCE. La ilegalización del partido español en Francia imposibilitó su publicación. Salieron cinco números entre enero – junio de 1950. A finales de 1951 Nuestro Tiempo se edita en Méjico, en parte, sucesora de la anterior, y con la aportación del grupo comunista de Méjico. No es el momento de analizar las orientaciones políticas de ambas revistas en el seno del comunismo español .

En el “Mensaje del PCE a los intelectuales patriotas”, de abril de 1954 resuenan, con más intensidad que nunca en la producción comunista e intelectuales próximos, las proclamas, en “estas horas de aflicción para la patria, por la alianza militar, económica y política concertada entre la camarilla franquista y el gobierno de los EE.UU.”, en casa, monte y valle, ciudad y aldea el grito de la lucha secular porque “del pueblo del 2 de Mayo en Madrid, a los Garrocheros de Bailón, de los estudiantes de Santiago y del sitio de Zaragoza, el pueblo que hizo morder al polvo de la derrota a las orgullosas tropas invasoras de Napoleón cuando todo el mundo, confundiéndole con la servil camarilla gobernante que le traicionó lo daba por muerto, no admitirá ser tratado como carne de esclavos al servicio de los opresores de su patria”.

El voluminoso documento se dirige en la última parte a los intelectuales: “No es un hecho nuevo en nuestra historia que la intelectualidad participe activamente en la lucha del pueblo por la libertad y la indiferencia de España. Con él y por ella se batieron Quintana y Espronceda, Argüelles y Muñoz Torrero, Martínez de la Rosa, Juan Nicasio Gallego y otros muchos formaron parte de las Juntas patrióticas y en las Guerrillas que representaron al pueblo en las Cortes de Cádiz en el fragor de la Guerra de la Independencia…” .

La ignorada patria de la izquierda: la esencia escondida

En la Lucha del pueblo español contra el franquismo, Dolores Ibárruri expone con claridad el sentido, línea casi oficial del partido y sus intelectuales, de la Historia de España.

España habría sido un país codiciado por gentes extrañas, debido a la riqueza de su subsuelo o situación estratégica. Estas codicias se han expresado en invasiones y guerras de agresión. La historia de España es un tejido de luchas gloriosas y heroicas del pueblo por la independencia patria; así mismo de la actitud antinacional de las castas dirigentes que en todos los tiempos han colocado sus propios intereses sobre los intereses de la nación, hipotecando los intereses vitales de España a gobiernos extranjeros.

Una nación -víctima acorralada de enemigos- que difieren del sentido victimario del siglo XVI únicamente en la sustitución del infiel, el enemigo de la Reforma, ahora por los yanquis, en una progresión-esencialista que recorre la línea: agresión-respuesta popular-independencia-nación-patria-España, frente a la visión de las castas dirigentes con el enemigo externo.

El Partido Comunista de España había caracterizado la Guerra Civil española como una guerra patriótica-nacional que entroncaba con la Guerra de la Independencia. La idea nacional se intensificaba, como en tantas naciones europeas, por las agresiones exteriores.

España, con el apoyo de las castas dominantes españolas, había sufrido tres intervenciones militares extranjeras: 1808-1823-1936 siempre aceptada por la monarquía, la aristocracia, las altas jerarquías del ejército y de la iglesia ante el miedo de perder sus privilegios. Para esta otra representación de España “el patriotismo” ha significado siempre su interés de clase.

La primera ocasión en la historia contemporánea en la que la casta de “los señores” hubo de elegir entre la fidelidad a la patria y su egoísmo de clase se presenta al estallar la Revolución Francesa en 1789 y en los años siguientes que vieron el esplendor militar de Napoleón Bonaparte. El primer impulso de Carlos IV y su gobierno fue unirse a los otros regímenes reaccionarios de Europa para intentar aplastar a los revolucionarios franceses. Cuando la monarquía y reaccionarios españoles vieron que era imposible poner freno a la gran revolución convirtieron a nuestro país en una “colonia” del extranjero.

Así, la casta dirigente española hizo de nuestro país un instrumento de la política de expansión de la gran burguesía francesa y de su representante, el emperador Napoleón (en 1953, EE.UU. y Eisenhower). Godoy y el príncipe de Asturias recurrieron a arbitraje extranjero. Después, breve e intenso, el Trienio y de nuevo la intervención extranjera.

La traición renovada del franquismo les impulsa a llamar a los nazis alemanes y a los fascistas italianos para sostener los privilegios de las castas dominantes. La Santa Alianza se llama ahora el “Eje Roma-Berlín”. Continuaba la tradición antinacional de las castas dominantes españolas de todos los tiempos.

En 1950 aún la clase privilegiada española sigue obrando como ya lo hiciera bajo Carlos IV, para mantenerse en el poder. Hoy se vuelven a los EE.UU. “guardia civil del planeta” . La revuelta de la mejor España, en la línea del voluntarismo comunista, estaba una vez más cercana ya que cuando a consecuencia del Pacto aumente la miseria de las masas y encarezca la vida, cuando descienda aún más el valor de la peseta y suban los impuestos, cuando se agudice la crisis como resultado del empobrecimiento continuo del pueblo y la competencia rabiosa de los productos yanquis, cuando venga el cierre de las industrias que los norteamericanos y franquistas consideren “improductivas”, cuando la soldadesca yanqui se instale en las bases de guerra y comience a gozar de los irritantes privilegios que los traidores franquistas le conceden…

La visión sobre los americanos entroncaba con las “versiones” de 1898; sólo que modernizadas: invasores extranjeros, los bárbaros de nuestro tiempo, paranoicos adoradores de la bomba atómica, analfabetos con la bolsa repleta, portavoces de la pornografía y el crimen, de la prostitución y el gansterismo, de la psicosis de guerra y de las destrucciones masivas, del maltusianismo y el psicoanálisis, hombres de cavernas y refrigeradores, morfinómanos y televisión, linchamientos y cantos bíblicos…

La visión “oficial” del PCE de la Historia de España está fundada en la provisional búsqueda de legitimidad histórica, sin embargo, el oportunismo historiográfico es una necesidad histórica que, como veremos, no fue sólo patrimonio de los comunistas, ni siquiera de los conservadores europeos.

El comunismo español, en el duro período de la guerra y el exilio, desarrolla una visión esencialista de España en una línea que entronca en Unamuno, Machado, Altamira, Ortega hasta Maravall, una concepción esencialista-territorial, una suma de rasgos psicológicos naturalizados en el paisaje . Los matices coyunturales les diferencian de autores como Maravall, cuyo esencialismo se identifica con lo romano y lo godo, esencias metafísicas de la “Hispania Constante” .

Ahora, las necesidades de la guerra y la oposición le llevan hacia la historiografía liberal, sobre todo Lafuente, de un tono eminentemente anti-romano, reforzado por la asociación de Roma y Napoleón en España, sosteniendo la linealidad entre Aníbal- Zaragoza-Sagunto- Napoleón. Un pueblo configurado por la lucha contra invasores externos .

La historia de los movimientos de resistencia en Europa tras la Segunda Guerra Mundial se refuerza o fundan sobre la gran fortaleza de los mitos, origen y materialización de la legitimidad de las más sólidas naciones. De Gaulle hablará de la Francia eterna que nunca había aceptado la derrota, o en Italia con la gran movilización nacional de 1943-45. En ambas, la resistencia, los partisanos, refuerzan la identificación nacional y el heroísmo, la sangre y el honor patrio.

El planteamiento del PCE no estaba pues, alejado de tesis más generales, identificables y europeas (no únicamente con las tesis leninistas de la patria ).

La referencia a Napoleón en 1936 puede ser la resultante de una visión contemporánea en el sentido que la guerra no había dejado de ser un elemento natural posible dentro y fuera de las clases obreras en nuestra torturada historia .

La base de todos los análisis comunistas está fundada en la tesis de Marx: el error de Napoleón de no creer en la capacidad de reacción patriótica del pueblo español pese a las instituciones, supone una contradicción en el seno de los “nacionalismos” cruzados tras la Guerra Civil: el franquismo denostaba nuestra historia con especial desprecio a los siglos XVIII-XIX, retrotrayéndose al pasado escasamente convincente de los Reyes Católicos, el “nacionalismo” de los intelectuales y el PCE descubren un sentido modernizador de la cultura y la historia de España, mucho más acorde con las formulaciones actuales del nacionalismo y las revisiones historiográficas .

La experiencia popular y los antecedentes históricos: las Juntas y los Comités Revolucionarios

Al margen de la vulgarización histórica que puede suponer la aplicación mecánica de ciertas “tradiciones” políticas en España: Federalismo, Cantonalismo…, aprecio la posibilidad de hablar de “antecedentes históricos” en los comités revolucionarios de la Guerra Civil española y las Juntas, aunque ello nos introduzca en una aguda cuestión: la naturaleza del Estado Español y la imbricación de las clases y grupos sociales en el mismo. En tal sentido me atrevo a lazar una “hipótesis de trabajo”: los comités, es decir, el auto organización popular, de sectores alejados del ejercicio del poder, derrumbado éste, pueden ser herederos de las Juntas Locales o Provinciales decimonónicas (1808- 1868).

Dos son fundamentalmente las razones que me impulsan a sostener dicha hipótesis: la incapacidad, primero del “liberalismo”, después de la Restauración de solventar la grave dislocación entre sociedad y Estado en España. Las fórmulas, específicas, que adopta “el pueblo”, primero, las clases obreras, después, ante el hundimiento del poder político, no sólo opresor para ellos sino artificial en sí mismo.

Las diferencias históricas entre las Juntas Provinciales, de 1835, 1843 o 1868 y los Comités de Enlace, de las Juntas de Defensa y Armamento y los Comités de Guerra son indudables, pero el mecanismo es el mismo: formados por incipientes partidos, arman al pueblo -milicia urbana-, enfrentándose con el ejército profesional… y la responsabilidad con que han de ejercer el poder desde la inexperiencia. Las Juntas y los Comités son igualmente “poderes autónomos”, referencia en ambos casos al “modelo” de Estado. Vilar es de la misma opinión- destaca cómo “Desde el 19 de julio surgieron por la geografía fiel a la República “poderes” autónomos…, pero difícilmente puede hablarse de todos ellos como “poderes revolucionarios”.

El 18 de Julio de 1936 no es la burguesía urbana, ni el artesanado radical, ni el incipiente proletariado sino las clases obreras y parte de la pequeña propiedad republicana quienes deben asumir el poder. La sociedad, la maduración de los sectores más desfavorecidos y el crecimiento cuantitativo de éstos, demanda y obliga históricamente a una salida. Los órganos de poder y el Estado se muestran incapaces. Se plantea, en consecuencia, una seria cuestión. ¿Cómo pudo desmoronarse en escasas horas un Estado democrático-formal? Soy consciente del peligro que corro al plantear la controversia sobre la inexistencia de una revolución burguesa en España. Mi hipótesis, a pesar de todo corre en esa dirección.

Mi intención, sin embargo, es aseverar que existen experiencias de poder “popular” en la crisis del Estado Español y que “la estabilidad” de la Restauración impidió conocer las presuntas formas de acción revolucionaria durante este período, pero ¿no fue el golpe de Primo de Rivera una contrarrevolución contra la incapacidad del Estado? ¿No fue el Advenimiento de la II República, el derrumbamiento de la monarquía, una acción revolucionaria que califica a un Estado? ¿No fueron ambos acontecimientos, aunque contradictorios, obra de minorías políticas? Es cierto que una y otra contaban con un bloque social de apoyo. En 1936 el bloque social referido, desde las clases obreras, tomará la iniciativa. Esta es la diferencia.

No había cambiado tanto la naturaleza del Estado en España durante 70 o 80 años. Los comités engarzaban con “una tradición” política e insinúan planteamientos críticos ¿Son experiencias tan novedosas los comités? ¿Ofrecía al anarquismo, y con él un sector del proletariado y del “lumpemproletariado” una alternativa nueva, en consecuencia, real, y con posibilidades de éxito político?

Todo gira en tomo al Estado. En 1835 la Junta da Andújar quiere “fortalecer la nación”, es decir, el Estado, ante la incapacidad de éste y el endurecimiento de la guerra carlista.

Las Juntas desde 1808 se van “proletarizando”, al igual que la milicia urbana, instrumento fundamental de las Juntas, y cada vez demanda más la participación en el poder.

Desde 1874 dos elementos van a definir, entre otros, el Estado de la Restauración: el caciquismo desde el poder, el movimiento obrero desde fuera del mismo. Pero ambos son expresiones de debilidad, no de cambio político. ¿Qué explicación puede darse a la desaparición casi absoluta de la Federaciones de la F.T.R.E., entre 1882-1890? El caciquismo, eje sustentador del régimen, se resquebraja en los años 30. Resulta patético ver al Marqués de Larios, presentar su candidatura a las elecciones de 1931 en los distritos donde es propietario de fábricas y de las viviendas de los obreros, para obtener un resultado ridículo. ¡Y eran éstos los personajes con los que trataba de sustentarse y perpetuarse el sistema!, ¿Quién pensaba, desde la derecha, entonces en España para apuntalar el vetusto edificio? Quizá sólo Mola.

La originalidad de los Comités es de carácter, fundamentalmente, “histórico” respuesta a las condiciones de 1936, no teorías o estrategias cuidadosamente articuladas. Experiencias de poder “popular” con antecedentes históricos. En cualquier caso, no había otra forma de afrontar la lucha contra la reacción: la unidad, pero una unidad que servía también para controlar las desconfianzas existentes. Soy consciente de que hablo de los Comités como algo institucionalmente coherente o permanente cuando es sabida la reacción que sucede al Gobierno de Largo Caballero sobre éstos.

La Unión Nacional encuentra a la Guerra de la Independencia

La Guerra de la Independencia y la Guerra Civil española son los dos acontecimientos más relevantes de nuestra historia contemporánea. Nada es comparable a ellas. Jamás, en uno u otro caso, la sociedad española participó o se vio arrastrada a la lucha o la tragedia. Jamás las conciencias fueros situadas en la necesidad de optar o ser conducidos a ello. De ambos acontecimientos (junto a la presencia de los soldados en la Guerra de Cuba o Marruecos) quedan rasgos de memoria histórica. Por ello la constatación de que la Guerra de la Independencia había forjado un hondo sentir popular que trasladara inmediatamente sus similitudes con la Guerra Civil y la lucha antifranquista son evidentes. Igualmente entre la Guerra y las Cortes de Cádiz “la obra” de la Guerra de la Independencia es más evidente, desafortunadamente, en la historia de España que la noble creación constitucional.

Los planteamientos de quienes escriben entre 1950-1956 son coincidentes. Los períodos históricos poseen similitudes, antecedentes y ámbitos de análisis, en consecuencia, la lucha de 1808 a 1814 contra las tropas invasoras de Napoleón fue obra fundamentalmente del pueblo español. Este pueblo que dos siglos de decadencia de las instituciones oficiales había hecho suponer moribundo fue sacudido por un sobresalto patriótico y arrojó después del país al ejército napoleónico el instrumento militar más perfecto conocido hasta entonces (la tesis de Marx) . Al lado de las masas populares se concentró un cierto número de patriotas originarios de las otras capas sociales -artesanos, comerciantes, intelectuales, nobles y eclesiásticos-. Pero ello no cambia el sentido popular en los combates por la independencia nacional (después El Frente Popular y la Unión Nacional). La importancia de la guerra es tan profunda que Femando VII no pudo dar marcha atrás: un movimiento popular en el curso del cual el pueblo salvaguardó la independencia nacional e inició la lucha por su liberación (la primacía del pueblo español frente a la “traición” del Estado). El levantamiento popular de 1808 tuvo como motor principal un sentimiento indignado de patriotismo. Una de las formas en que el pueblo simbolizaba ese sentimiento fue la adhesión a la Monarquía y a la Iglesia. Ambos usurparon el lugar que correspondía a la patria. (Frente a la usurpación de la patria la nueva España: más otra España nace / la España del cincel y la maza. A. Machado.)

El régimen fascista y los reaccionarios falsearían la historia haciendo de 1808 un levantamiento contra la modernización de España para calumniar a los liberales de las Cortes de Cádiz, y patriotas como el Empecinado, asesinado por la reacción femandina y otros tantos combatientes, desde la libertad desde Riego hasta hoy (entronca con corrientes historiográficas pero no han leído los trabajos publicados en España, al menos a M. Artola). En 1808 la reacción de las clases dirigentes con la monarquía a la cabeza es una recapitulación sin resistencia. El pueblo hubo de acudir en defensa del país, sin armas, sin organización, sin experiencia y en el curso del mismo, de la lucha, fue forjando cuanto le era necesario. El ejército antiguo estaba destruido (como la Guerra Civil) si bien acude el pueblo: el alcalde de Móstoles y figuras de la aristocracia como el conde de Toreno contra Napoleón (ésta es la unión Nacional) asistiendo a la desarticulación del ejército y nacimiento de las guerrillas, que al final constituyó un ejército que ya no era de las castas semifeudales (como en la Guerra Civil y el Ejército Popular y Regular).

Pese a todo la línea interpretativa posee matices: la clave del período militar NO se encuentra en algunos oficiales: Daoíz y Velarde en Madrid, Palafox en Zaragoza, Álvarez de Castro en Gerona o Castaños en Badén. El secreto de la resistencia: el Empecinado, Agustina de Aragón, el Palleter, Espoz y Mina, Julián Sánchez, Manso, etc. (en realidad Modesto, Lister y en última instancia Rojo y Miaja). Paralelamente a la lucha contra los invasores el pueblo español tuvo que edificar una arquitectura nueva que sirviera de marco al nuevo estado: las Cortes de Cádiz, que inspiró todas las luchas entre 1805 y 1868 (reconocimiento que no se corresponde con las permanentes llamadas a la guerra. Al fin y al cabo “la tradición” constitucional en España además de desacreditada no constituía el punto central de la izquierda revolucionaria durante la II República).

Sin duda lo más llamativo de toda la literatura consultada es el análisis que se efectúa sobre el ejército (con el ejército franquista al fondo, al que el PCE siempre quiso atraer en una de las erróneas apreciaciones de su estrategia). En un artículo de José Ignacio Mantecón se advertía del error que consistía en considerar al ejército factor determinante del proceso político español o nuestra historia contemporánea a una serie de golpes pretorianos, cuando en realidad eran sólo las cuerdas de que se servían los intereses económicos. Grupos políticos a través de las Capitanías administraban el país en beneficio suyo y del capitalismo inglés, francés y belga dominantes, en aquel tiempo, de las inversiones extranjeras en España. Lo que abrió un abismo de incomprensión entre el pueblo y los FFAA. Ello impide concluir que las auténticas y gloriosas tradiciones de las armas españolas están unidas a la lucha para la democracia, la libertad e independencia del pueblo .

La tesis central de todas es la repetitiva visión de Marx. Las dos sorpresas de Napoleón que arruinaron su carrera de dominación -España y Rusia- fueron debidas las dos al desprecio de la capacidad de resistencia de estos dos grandes pueblos. De ello se infiere que las graves dificultades de los patriotas españoles son una eterna lección que debe tener presente, en todo tiempo, quienes como los jefes socialistas, de derechas y los anarquistas ponen como pretexto para su inercia o traición. La desconfianza hace la capacidad revolucionaria de las masas españolas.

Las tesis sobre el ejército, de Mantecón y otros, son similares -una auténtica comparación con la Guerra Civil- a la situación española en 1936. En 1808, España, estaba parcialmente ocupada por fuerzas francesas extranjeras. Los organismos habían quedado disueltos (comités), las autoridades dispuestas a traicionar al pueblo (sublevados) y consumada la traición y quiebra del Estado. Comienzan las sublevaciones populares, se iniciaron conspiraciones en que participaron oficiales entre ellos Daoíz y Velarde frente a la traición de los jefes (Milicias Populares). Puesta la soberanía nacional en peligro, el pueblo de subleva: las Juntas (los Comités).

En la bibliografía actualizada sobre la Guerra de la Independencia se encuentran respuestas serias e investigadas sobre las líneas expresadas entre 1950-1956. Sin embargo no dejan de presentar, desde la falta de rigor histórico, hipótesis de interés. He aquí en la Guerra de la Independencia descrito el proceso, fases y mecanismo de la Guerra Civil española y la formación del Ejército Regular de la República

El pueblo se levanta apreciando el carácter nacional del alzamiento y se dirige a las autoridades, que se muestran indecisas. El pueblo las destituye, constituye Juntas y delega en ellas su soberanía. Las Juntas quedaban compuestas por elementos de la nobleza, el clero y lo más limpio de la vieja administración, con alguna representación de la incipiente burguesía y del artesanado, vigilado siempre por el pueblo. Una nueva forma de poder de base popular: “Una Unión Nacional amplia que encerraba elementos dispares, casi antagónicos, pero que marchaban unidos para conseguir un fin común: la defensa de España como nación independiente. Se desvirtúa la guerra como una explosión de los elementos más primarios. Es falso. Junto a ellos nuevas fuerzas progresistas. Como consecuencia del carácter nacional del alzamiento, el viejo ejército desaparece y se crea un nuevo tipo de fuerzas armadas, con nueva oficialidad, aunque los mandos permanecen en manos de los antiguos, las Juntas, más adelante, se unifican: la Junta Central que actuó con plenos poderes. A partir de la creación del nuevo poder se constituyen órganos centrales de dirección del ejército y se establecieron planes conjuntos. Gran entusiasmo popular. La situación provocó una magnífica creación popular: la guerra de guerrillas, la primera de la edad moderna. Profundo movimiento militar de todas las procedencias sociales contra Napoleón: campesinos pobres como el Empecinado, hacendados ricos, aristócratas. Supone un error presentar como dos entidades distintas las grandes unidades militares y a las guerrillas: ejército popular y regular. Los pronunciamientos militares hasta el año 1868 fueron respaldados en su mayoría por el pueblo que veía en el ejército la representación más viva de sus deseos de libertad. A partir de la Restauración el ejército se cierra al pueblo. En 1936, los reaccionarios volvieron a utilizar al ejército. Frente a este ataque a la independencia y soberanía surgió el glorioso Ejército Popular de la República, 1936-1939, que reanudaba la dirección iniciada al alborear el siglo XIX, como producto de la unión de poder de las fuerzas progresistas contra la invasión. Hoy la nueva situación crucial para España: Franco y la reacción española han vendido nuestra patria y han contratado la ocupación de su suelo por el imperialismo norteamericano heredero del neofascismo. También hoy la oficialidad reaccionaria sirve de vehículo a las fuerzas que quieren sojuzgar a España pero como en 1808 y 1936, el pueblo no tolerará esta vil maniobra y se alzará en defensa de su soberanía y de la Paz” .

En la Guerra de la Independencia, tiene gran importancia la fusión de las energías nacionales en el ejército más popular que ha existido en España hasta 1936, el ejército guerrillero de la independencia, el de Mina y el Empecinado. Por primera vez, quizá, desde la guerra de las comunidades, el pueblo español tiene conciencia de su fuerza, participa libre de localismos y represiones en una gran tarea nacional, por primera vez es una nación. Este ejército que se ve abandonado por “las minorías ilustradas” actúa sin dirección política e ideológica o, lo que es peor, bajo la dirección política e ideológica de la reacción, que también abandona a la Milicia Nacional. Los campesinos vuelven al terruño y al sometimiento a las oligarquías locales.

Ni siquiera Femando VII, como tampoco Franco puede hoy, podía detener la marcha de la historia, el mismo Femando VII tiene que buscar apoyo de los liberales para defenderse de los absolutistas.

Junto al desarrollo económico, la educación procura una de las dinámicas fundamentales del cambio social y de la diferenciación social. La educación fue clave para la movilización social y la estratificación.

Hay que observar que el primer movimiento se originó espontáneamente en el pueblo, mientras las clases “superiores” se sometían pacíficamente al yugo extranjero.

Nadie como El Empecinado representaba las nuevas-viejas virtudes en la guerra y la lucha política y militar del exilio. Su figura destacó como símbolo imperecedero de la lucha del pueblo español contra los invasores y por el establecimiento de un régimen político basado en la soberanía nacional y en las libertades constitucionales. Fue su figura pregonada por el pueblo: fuerte y valeroso, nunca permitió que se maltratara a un prisionero, duro con sus guerrilleros y con él mismo, estricto pero humano, ni una sola acción deshonrosa, alcanza gran experiencia en la guerra de movimiento, se le suman campesinos, contestó a los franceses con una carta “impregnado de altivo patriotismo”.

Pero la importancia del Empecinado se agiganta por su gran significación política. Procedía de familia de campesinos pobres, es decir, de las clases que participaron en la Guerra de la Independencia porque para los campesinos, la defensa de la patria era al mismo tiempo la lucha por el pan de cada día. No se limitó a la guerra: cumpliendo con una misión esencialmente política por donde quiera que pasaba, llevó a cabo una labor de organización de las poblaciones. En 1823, por la intervención extranjera, debe emigrar a Portugal. Después muere por el absolutismo traidor: “los empecinados viven: los guerrilleros siguen empuñando la bandera de la libertad…”.

Antonio Machado había escrito un trabajo muy hermoso y lleno de patriotismo sobre El Empecinado .

¿Está la izquierda española huérfana de tradiciones nacionales? La Guerra de la Independencia ofrece un vasto campo de estudio para determinarlo.

BIBLIOGRAFÍA

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– NADAL, E. G., “La Traición Permanente de los Privilegiados”, Cultura y Democracia, n° 2, febrero, 1950, pp. 35-58.

– S/A, “Jomada Internacional de la Mujer”, Cultura y Democracia, n° 3, marzo, 1950, pp. 9-12.

– VIDIELLA, R. “La lucha del Pueblo Español contra la Guerra de Marruecos”, Cultura y Democracia, n° 3, marzo, 1950.

– NADAL, E. G., “Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812”, Cultura y Democracia, n° 3, marzo, 1950.

– S/A, “Memorial de Quevedo, No es buena grandeza hollar al menor”, Cultura y Democracia, n° 3, marzo, 1950.

– GAÑIRTE, F., “Espronceda, su tiempo, su vida y su obra”, Cultura y Democracia n° 4, abril, 1950, pp. 61-64.

Vida y época tumultuosa. Las hazañas de Espronceda son las de un revolucionario demócrata en acción. Ese es el valor de su vida y obra.

Espronceda no veía al pueblo como “la plebe”. Combate contra las arbitrariedades y el despotismo. Fue Espronceda un revolucionario demócrata, partidario de una revolución burguesa que abriese cauce a la industrialización de España y al desarrollo agrícola y comercial simultánea y complementariamente, y que esta revolución burguesa rematase las medidas ya iniciadas para la extirpación del feudalismo, merced a la transformación del régimen de propiedad de la tierra. Lo mejor de su poesía es cantar las luchas del pueblo.

– NADAL, E. G., “Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812”, Cultura y Democracia n° 4, abril, 1950, pp. 40-45.

El mismo Galdós, tan poeta a su modo y profundo vidente de lo español. Porque Juan Martín era el pueblo contaminado de liberalismo, el ethos popular que mira hacia el futuro y que pretende vivir en el sentido esencial de la historia. Juan Martín (murió Juan Martín forcejeando con el verdugo y la escolta que le conducía al suplicio), eran muy semejantes a los que gritan hoy «¡Arriba España»! después de haber abierto todas sus puertas a los mal contados cien mil hijos de Hitlery de Mussolini, los mismos que no se atreven a gritar «¡abajo el pueblo!»… cuando éste quiere ser próspero y libre, cuando aspira a la dignidad y a la cultura. No lo dudéis, egregios capitanes, amigos queridos del Ejército Popular, la sombra de Juan Martín os acompaña; con vosotros estuvo, combatiendo al fascio a las puertas de Madrid; estará con vosotros allí donde os encontréis. Con vosotros, y al lado de nuestra gloriosa República, incorporado al gran ejército de la Victoria.

MACHADO, A., La Guerra Escritos 1936-39. Ed. por Julio Rodríguez Puértolas y Gerardo Pérez Herrero. Emiliano Escolar. Editor. 1983. pp. 197-200.

– S/A, “Francisco Quevedo”, Cultura y Democracia n° 4, abril, 1950, pp. 67-69. Contiene un memorial al rey Felipe IV.

– Cultura y Democracia, n° 5, mayo-junio, 1950.

– “La Venta de España a los yanquis y la defensa de la cultura”, Nuestro tiempo, n° 1, septiembre, 1951, pp. 1-4.

En el combate patriótico en que se juegan los destinos de España y su propia existencia como Nación, en que defendiendo la independencia nacional se defiende al propio tiempo la cultura y el derecho a la libertad y a la vida… unión sagrada de las fuerzas nacionales y patrióticas para la liberación de España y la expulsión de los invasores extranjeros.

– “Cómo el Conde D. Julián vendió a España”, Nuestro tiempo, n° 1, septiembre, 1951, pp. 5-6. (Romancero español): “Madre España, ¡ay de ti!”.

– ALARCÓN, R A. de, “El Carbonero Alcalde”, Nuestro tiempo, n° 1, septiembre, 1951, pp. 28-34. ¡España y a ellos! ¡Viva La Pepa! ¡Viva la Independencia española!

– MACHADO, A., “Todo vendido”, Nuestro Tiempo, n° 2, octubre, 1951.Trazo una odiosa mano, España mía.

– CASTRO, H. de, “Analogía entre la España de antaño y la de hogaño”, (Conferencia pronunciada en la Unión de Intelectuales Españoles), Nuestro Tiempo, n° 2, octubre, 1951, pp. 11-19.

– ESPRONCEDA, “Oda al 2 de Mayo”, Nuestro Tiempo, n° 2, octubre, 1951, pp. 33- 36.

Este poeta -tan español, tan apasionado, tan desgarrador. ¡Oh! ¡Es el pueblo! ¡Es el pueblo!

– DEL CARPIO, B., “Romance”, Nuestro Tiempo, n° 3, noviembre, 1951, pp. 5-6.

… a impedir a Francia el paso que viene a usurpar el reino.

– REDONDO, L., “Las mujeres españolas en las luchas por la independencia nacional”, Nuestro Tiempo, n° 3, noviembre, 1951, pp. 13-18.

– SEMPRÚN, J., “Presentación de España al Estado Mayor Yanqui”, Nuestro Tiempo, n° 3, noviembre, 1951, pp. 19-34.

Un relato versificado:

1)               Cortes de Cádiz: independencia o muerte.

2)               Muerte a los invasores, Juan Martín, Empecinado héroe de la patria en armas

Tu bandera se ha salvado de oscuro cauce de lágrimas.

3)               La columna de Riego por una misma causa en España y América, lo compara con: contra el envío de hombres a la Unión soviética

Para apagar la joven estrella proletaria desplegaron las masas de lucha solidaria contra la expedición de saqueo en Marruecos y tanta muerte inútil de jóvenes soldados ya se alzó Barcelona.

Ese es el eco Traman ¡Oh país de guerrilleros no será nunca tan sucio feroz yanqui millonario!

– MANTECÓN, J.I., “El primer Ejército Popular español. 1808-1814”, Nuestro Tiempo, n° 3, noviembre, 1951, pp. 35-44.

– “De cómo Escipión destruyó Numancia” (Romancero Español), Nuestro tiempo, 4, diciembre, 1951, pp. 5-7.

“Sabiendo los de Numancia que en España había llegado, con esfuerzo varonil lo esperan en el campo”.

– TITARENKO, S., “Patriotismo e Internacionalismo”, Nuestro tiempo, n° 4, diciembre, 1951, pp. 57-66.

– QUINTANA, M. J., “A España, después de la revolución de marzo”, Nuestro Tiempo, n° 5, enero-febrero, 1952, pp. 5-6.

“Estremecióse España

Del indigno rumor que cerca oía”.

– SÁNCHEZ VÁZQUEZ, A., “Antonio Machado; su poesía y su España”, Nuestro Tiempo, n° 5, enero-febrero, 1952, pp. 7-12.

– “Páginas Gloriosas de la Historia de España”, Nuestro tiempo, n° 5, enero-febrero, 1952.

– CORDÓN, A., “Carácter e importancia histórica del alzamiento de los Comuneros”, Nuestro Tiempo, n° 5, enero-febrero, 1952, pp. 40-46.

– Nuestro Tiempo, n° 6, julio, 1952

– Nuestro Tiempo, n° 8, marzo, 1953

– “Otto de Habsburgo, mentor de la hispanidad”, Unión de Intelectuales Españoles, Año 1. Agosto, 1956. México, D. F., pág. 20.

– “1856-1956. Centenario del nacimiento de don Marcelino Menéndez Pelayo”, Boletín de Información, n° 2, octubre, 1956, pág. 2.

– ARAQUISTAIN, L., “En tomo de Menéndez Pelayo”. Boletín de Información, n° 2, octubre, 1956, pág. 2.

– “España: ayer, hoy y mañana”. Conferencia: Salvador de Madariaga, Boletín de Información, n° 2, octubre, 1956, pág. 4.

– “Goya y la Independencia de España”, Boletín de Información, n° 2, octubre, 1956, pág. 7.

– “Fuenteovejuna, realidad popular en Méjico”, Boletín de Información, n° 2, octubre, 1956, pág. 13.

– “Las Españas. Revista Literaria”, Boletín de Información, n° 2, octubre, 1956, pág.17.

– “Conferencias”, Boletín de Información, n° 3-4, febrero-mayo, 1957.

– MANTECÓN, J.I., “Menéndez Pelayo y el liberalismo español”, Boletín de Información, n° 3-4, febrero-mayo, 1957, pág. 13.

– CARRETERO, A., “El problema de las nacionalidades en España” Boletín de Información, n° 3-4, febrero-mayo, 1957, pág. 20.

– Boletín de Información, n° 13, octubre-noviembre, 1960.

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– DÍAZ, J., “La discusión sobre la obra de Menéndez Pelayo”, Nuestras Ideas, n° 1, mayo-junio, 1957, pág. 46.

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– FERNÁNDEZ, E. T., “La Revolución Liberal de 1820”, Nuestras Ideas, n° 2, septiembre, 1957, pág. 20.

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– “La Diplomacia de los EE.UU. durante la Guerra Hispano-Americana de 1898”, Nuestras Ideas, n° 7, diciembre, 1959, pp. 101-105.

– IMAZ, T., “El Liberalismo español (I)”, Nuestras Ideas, n° 10, enero, 1961, pp. 25- 51.

– MITSKIN, N., “Las insurrecciones de Valencia del verano de 1808”, Nuestras Ideas, n° 10, enero, 1961, pp. 52-67.

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