La Memoria Infiel, la Historia Progresista y la necesaria lucha para recuperar de Ciencia de la Historia.

Ha debido pasar medio siglo para que la Academia y el Sistema de la Tribu otorgasen un Premio Nacional a una obra que se ocupaba de la Represión Republicana. Quizás me exceda en la caracterización de los conceptos y moleste a los propios premiados.

De no ser desde las proclamas de la divulgación o el ensayismo periodístico-notablemente enfadados con la memoria democrática y otros epifenómenos epistemológicos-la represión y la violencia sigue siendo “franquista”, con discursos tan sentimentales como firmemente convencidos de la certeza infinita que el tiempo no ha curado. Es difícil que cuarenta años haya mantenido una uniformidad tan extrema en la historiografía progresista española. Una elucidación agobiante, sin salida. Una muralla en el pensamiento. Las fuentes silenciadas. Y como en la Dictaduras o tiranías-cercanas a la cultura soviética-la Historia ha degenerado hasta  “un servicio al Estado”, con una trama brutal donde el flatus vocis suena y somete la discrepancia científica al esquema político de la izquierda progresista. O al menos así se cree.

La formalización de la “memoria “es un producto que no resistirá la superación de una coyuntura vacua y vulgar. La impropiamente calificada como “historia franquista “se extinguió dejando huellas diversas y algunas intolerables utilización de fuentes de orígenes conocidos  y  que no han sido descalificadas pese al falibilismo gubernamental. No conocemos casi nada de la documentación esencial del régimen de Franco. Somos la única nación europea en que la ocultación se ha convertido en una aceptación desesperada.

En 1976 algunos de nosotros nos topamos con una realidad que rechazábamos por razones políticas. Era necesario reconstruir-y estábamos perfectamente convencidos-todo aquello que “el franquismo “había neutralizado. Nos dispusimos con un entusiasmo digno y una disciplina imprecisa. Como la Transición, fuimos-algunos absolutamente-herederos de nuestros profesores y maestros. Es de destacar que nuestra “generación del 68”heredamos casi matemáticamente a nuestros predecesores en las cátedras. Fuimos todos catedráticos, saltando un buen número de “promociones”. Como expresión del cambio político en la Historia el progresismo arrasó (arrasamos, aunque nunca fui de ellos).Hay quien jamás llegará a la generosidad de algunos de nuestros profesores. El progresismo historiográfico no ha dejado nada. Controlado todo. Condenado y endiosado. Como Academias implacables.

Al igual que todo fundamentalismo, los historiadores no han entendido la Historia. Ni el Reich, ni la Revolución Rusa…ni el gran Alejandro. La eternidad pertenece a la religión, la poesía y la naturaleza.

Los intrincados caminos de los años setenta me permitieron llegar al Archivo de S. Ambrosio en Salamanca. Pasaba 1976.No sé cuántas peticiones a otros incomprensibles órganos ministeriales abrieron el camino de aquel grandioso archivo (Hoy uno de los mejores de España).

El Archivo de la Masonería y el Comunismo configuraban unos espacios irreproducibles. Con la Guardia Civil de uniforme y paisano las cristaleras, el misterio y su proceloso origen habitaban aquel extraordinario edificio. Como en la mili el “cabo de guardia “avisaba a gritos que subías.

Unos bulliciosos funcionarios hormigueaban con legajos totalmente desordenados. No existía la modernidad, hasta el punto que la fotocopiadora era un instrumento maléfico. Recuerdo con afecto-no exento de tristeza-la peculiar formula de salir del archivo con todo el peso posible de cajas con material no catalogado, hacia el Departamento del Historia del Derecho del Profesor Tomas y Valiente a quien Tuñón de Lara le comunico que –supongo-era de “confianza”. En mi vida me había visto por las calles-que tanto me recordaban a Granada-de Salamanca responsabilizado de precioso género para un historiador. Yo focopiaba en la Facultad de Derecho. Siempre era verano. Y como los cristianos viejos y el sentimiento de culpa me agobiaba pensar que creyesen que podía haberme ”quedado” algún papel. En aquella historiografía de la archivística de los años 70, resultaba de una genialidad administrativa el seguimiento de alguna estantería donde las lagunas se incrementaban e ingenuamente preguntabas ¿Dónde están estos libros? El archivero, guardia civil-siempre fueron de una amabilidad extraordinaria-respondía con rotunda certeza: “Esos los tiene D.Ricardo”.

Ni que decir tiene que los grandes popes de la “memoria “germinaban sus carreras en las simientes del antiguo régimen que moría o el estudios menos complicados: republicanismo de finales del XIX, campesinados…

Los archivos del Ejército aparecían como un Cuartel. Era posible charlar con el coronel Martínez Bande y otros. Asumías tu condición de sospechoso y la simpatía abría o cerraba caminos. Un mundo entusiasta, desordenado y en preparación.

De Bruces con la Represión Republicana.

Estaba como todo marxista gramsciano (quedado en intento) interesado por la naturaleza del poder, por la estructura del Estado en España y por los comités que mostraban una reconocida línea del juntismo decimonónico.

Como adorador de la “Totalidad” y genuflexo de la economía política, de las estructuras y hostil, al menos, a la marabunta de la politología y la sociología, sufrí los agobios de la lectura universal para estudiar 1936 y el tiempo corto (del 18 de julio 1937 a septiembre de 1937).Y debe remarcarse por las penumbras que el pozo del abismo me otorgó! No estaba todo tan claro! Y como Unamuno quise creer, pese a la falta de fe.

Casi sin pretenderlo la boca del lobo me introdujo. Y escribí, en 1979, cuando el paroxismo del antifranquismo, pero desvelado la miseria moral e intelectual del PSOE,” En Málaga la Republica no mato más gente (clases medias y estamentos “de clase”) porque ya no existía”. En 1982 como un outsider viaje a la capital para opositar y en aquella horrible calle Medinaceli mientras los políticos de la izquierda ya disfrutaban del Ritz, D.Miguel Artola me espetó: “Nadal como lleva usted la oposición y ser candidato del PCE en las próximas elecciones”. Si no recuerdo mal estaba D. Ricardo en el Tribunal…lo que me eximió de las “criticas “heurísticas.

Cuando fue publicado mi libro sobre la Guerra Civil en Málaga no fui perdonado. La razón: contar y relatar las actividades de los Comités y sobre todo las Listas de “Muertos por Dios y por España”. El número de muertos en 1 mes del norte de la provincia y dos meses el nordeste, más 4 o 5 meses en la capital de la provincia equiparaban el número de los fusilamientos entre 1937-1940(4 años) por los tribunales militares. La bastarda teoría del “genero “se desplomaba: llegaba a 110-20 las mujeres muertas por la represión republicana a 47-67 por la represión nacionalista. Definitivamente el malestar de la conciencia persistía: estaba autorizado a rendir las hipótesis.

Y con la lentitud de lo inevitable sonaron las primeras salvas! Existió la represión republicana! Los matices, resultado del dolor del historiador progresista, emborrascaron el suceso. La revolución, el choque contra los seculares poderes dominantes, la espera de siglos…determinaron acciones “descontroladas”, lloradas por los biempensantes republicanos de catedra. Ya corrían los años 90 del pasado siglo XX. Quedaba espacio.

Tocó la flauta del “espontaneismo” de las masas. A principios del 2000 la CNT tenía todas las papeletas. Había que salvar al PSOE, en menor medida al PCE, del que se estuvo dispuesto a reconocer su obediencia soviética. No obstante el espontaneismo vino a resultar un subterfugio, una coartada, se asaltaba las cárceles ”fascistas” con listas previamente elaboradas y en la mente de los pocos estrategas locales las matanzas se correspondían con otras “franquistas”, peculiar denominación de una coalición de fuerzas y del ejército en 1936, ya ”franquista” antes de que sonaran en Melilla el combate y la sublevación. El sistema previo a sus componentes. Una recreación feliz.

Y pasaron los tiempos. Hubo proclamas sin sentido. Se calificaron a historiadores de “valientes “honestos “por no enfangarse en la memoria o la subvención. Nada hay más triste para un investigador, con pretensiones de científico social, que ser calificado de manera tan altamente moral. Valientes hay muy pocos y probablemente irreconocidos.

Y llegose al punto que las toperas no podían ser cerradas y cayó del cielo el último modismo: la guerra y sublevación fue de origen impuro, pecado original del “franquismo”. La violencia procedía de la “ruptura del régimen republicano”. Así pues, el culpable directo o por inducción fue el mismo: “el franquismo”, sistema “existente” antes de la misma sublevación.

Si está vedado al análisis los resultados electorales del Frente Popular deberíamos cerrar nuestro trabajo y condenar el crimen. Pero sigue sin estar claro.

LA VERSIÓN DE LA HISTORIOGRAFIA PROGRESISTA SOBRE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.

La reivindicación del Tiempo Largo o el rechazo se aparece con las peores intenciones. Santos Juliá les llama “invenciones de larga duración”, pretextando que las referencias al pasado(como si la Historia se ocupase “solo” del presente)tienen la sinuosa determinación de ocultar la terrible responsabilidad histórica del alzamiento militar. La liturgia de señalar a la España históricamente  dividida en dos, algo así como “es cosa de Españoles» no habría servido sino para la vergonzante política de la no intervención por las cancillerías europeas. No es necesario ironizar sobre Indibil y los Escipiones para detectar que la Republica Española no despertó, ni siquiera en Stalin, las más fervientes adhesiones. Pierre Vilar incide en el tiempo largo de maneras diferentes y no irrelevantes.

Se amuralla una tendencia a mi parecer inaceptable. Herencia del tiempo de la reivindicación y el progresismo. Como capas de arena sobre los ojos.

La primera es la obligación moral de los estamentos militares profesionales a mantener “la fidelidad al juramento de lealtad a la Republica”. Sencillamente la Ley Azaña y los pronunciamientos militares, desde la sanjurjada, que de manera compulsiva se repiten desvelan la hostilidad cuando no el rechazo-con el consiguiente abandono del Ejercito-de muchos oficiales dispuestos a deponer su obediencia a “España” pero jamás a la Republica. Pervivieron la no lealtad y menos el juramento de “defensa de la Republica”.

La casuística se estrecha al afirmar que nunca habría comenzado una guerra entre españoles de mantener el espíritu o la letra del “juramento de fidelidad”, en consecuencia:

“No hay por tanto que ir mucho más allá de la insurrección militar de mediados del 18 de julio de 1936 para comenzar a entender la catástrofe que a partir de esas fechas se abatió sobre los españoles”

La Crisis de España resumida en un golpe militar. La Historia Progresista acumula una versión del tiempo histórico peculiar. La coyuntura solida sin relación con lo que dicen proclamar, la Formación Histórica española, sin antes, sin raíces, sin estructuras-en los términos más simples de los conceptos marxistas-.El 18 de julio como una luminaria. Nacida por generación “espontanea”.

La Ley Azaña no es entendible sin la Ley de Defensa de la Republica. La numerosa bibliografía sobre el Ejército en y durante la Republica es numerosa. Entre la hagiografía y los expertos de historia militar puede alcanzarse una visión completa del intenso proceso con el  que Azaña decidió reformar uno “de los males más dañinos de España”. Azaña pudo tener una Dictadura, crédula, pese a su torturada y creativa mente, hasta la insensatez.

Releídos ciertas aproximaciones a la Ley Azaña-contribución progresista a la entrada como “sobresalientes” en la Tribu-hay que armarse de las insignes y  fecundas virtudes cristianas.

¿Está incluida la premonición en la historia, la prospectiva sectaria? Está.

Los adornos del progresismo no son barrocos, no escriben al modo Camón Aznar. Son fútiles en literatura infantil: “el golpista Mola” (en 1931),”el culto a la modernidad”: El ejército fue dirigido solo por civiles. La adoración a Azaña provoca la búsqueda de antídotos. Sería intolerable calibrar su obra u obras por el resultado de la experiencia, pero nos sumariamos a la descalificación como argumento! Tampoco en las antípodas del mérito intentado!

La pureza de los virginales personajes de la historia en los años 30 no supera a los almanaques de días y santos. ¿Qué transitoria perplejidad trastornaría a Azaña cuando afirmó, sobre la oposición a sus leyes entre los militares: “Ninguno, en absoluto”.

La Ley de Defensa de la Republica origen de todas las normas de excepción ,hasta entrado el Nuevo Régimen, resultaba una imitación de los republicanos a la filosofía política del comunismo y a la tradición española del autoritarismo. Los republicanos subsumidos por una feroz realidad no manejaban la extrema dureza de las leyes irregulares. Al igual que la entrega de armas en Madrid a los comités y partidos el 18 de julio de 1936 fue un paso definitivo para una escenificación nueva e inaplazable, la Ley de Defensa de la Republica no tenía marcha atrás. Naturalmente que se aceptan valoraciones morales. Y la bondad de las intenciones. De no ser la realidad un hormiguero de odio, violencia y un sistema internacional donde las fuerzas poderosas y de desconocida evolución se desataba. Las ensoñaciones de la Revolución Rusa frente al Nazismo. ¿Como no se percibieron ambos, con naturalezas distintas pero que sobrevivan uno con otro cual vasos comunicantes?

No me alarma, solo soy presa de la incertidumbre, cuando estimados colegas de cuya solidez no dudo, puedan encontrar las razones de la guerra civil española, en  la desafección de una parte del ejercito, con peregrinas manifestaciones sobre el control de las armas (que “solo “estaban en los cuarteles).

Las matanzas españolas no necesitaron  armas de fuego. Y la “no modernización “del ejército que denunció Azaña, ahora se transfiguraba (en una facción) y con 6 años de control político, en un arma definitiva. Complicado por la realidad de las evidencias históricas. ¡Seguía sin estar claro!

LOS AÑOS DE ODIO NO PROVOCARON EL ODIO.

El avance hacia el reconocimiento de la represión republicana ha quedado en las tablas del precipicio-el modismo memoria democrática es una institución del Estado-no historia.

Que los años 30 recogen e identifican a una de las pesadillas de la Historia Universal  impacta, en la enumeración de monstruos que nos asaltan. Y el siglo XX. La Ilustración guiaba las afortunadas conciencias de gran parte de los hombres: el sentido de progreso de la Historia. Una vez y otra las buenas voluntades se estrellaban.

En afortunada precisión-no excesivamente original-ha hecho fortuna la cita de Niall Fergunson “Años de Odio “para escanear los tiempos sin fortuna para la humanidad.

Los historiadores no escanciamos lágrimas de tristeza en la contemplación de horror. Lo testimoniamos por medio de las fuentes. Para aquellos que hemos nacido tras la segunda guerra mundial o la guerra civil española el significado de violencia ha sido simbólico. La fragilidad de los sistemas y el consiguiente desconcierto social y las dudas-los apreciado como golpes, miedo y angustia con la pandemia de los años 20 de presente siglo.

Se unieron, la realidad lo explica, todos los golpes que asesta la economía, la violencia política, la sensación del final sin luces que se perciban, y malditos la disposición a matar de extendió en la autonomía del pensamiento y la irracionalidad. Las estructuras económicas no mostraron los vectores de la explicación histórica. 

Cual pesadilla decimonónica nos enfrentamos de nuevo a etiologías nacionales o internacionales. La Guerra de España no desmerece a las sangrientas guerra que asolaron el planeta desde la guerra ruso-japonesa de 1905.Quedando minimizada por las apocalipsis de la revolución rusa o la Primera guerra mundial. La progresiva enumeración de cifras de muertes entre 1936-1939 ha llamado a la revisión del literario millón de muertos.

La evocación a las carnicerías internacionales incita a protegerse a algunos historiadores en cuanto se disponen a enturbiarse en la represión republicana .La guerra española fue menor en el abanico de colores rojos internacionales.

Ciertamente el espanto es universal y la crueldad y la venganza, uno de los motores de la existencia, pero un esfuerzo de análisis y observación nos envuelve en un túnel lineal, con los bucles de lo concreto, de la violencia y represión española. Las matanzas fueron nacionales. Como una reivindicación unamuniana. El rito macabro de las excarcelaciones de curas o carlistas, los asaltos a iglesias, la guerra pobre y salvaje que recrea el Trienio Liberal, el juntismo decimonónico, los espectáculos del garrote, no parecen de otro tiempo u otro nación entre 1820 a 1936.

Sin contextos internacionales que ayudaran, sin lecturas procaces que incitasen, sin filósofos o locos, el siglo XIX escenifica todas las formas-entre grotescas y de furia-de aniquilamiento y muertes.

No obstante llegado al minuto del odio, la sublevación de los militares el 18 de julio, vino a “romper la legalidad republicana”. Este es el límite, la frontera de los historiadores progresistas. El último paso para serles permitido por la Tribu y la Academia procrear historias y reconocimientos. 

El libro: 1936.Fraude y violencia en las lecciones del frente popular, de Roberto Villa García y Manuel Álvarez Tardio, entró en la mantequilla de la unanimidad con un trabajo técnico minucioso. Probablemente nos recomendó el libro mirar por donde habíamos transitado mirando de soslayo.

Quien ha estudiado con los ojos abiertos el periodo 1931-36 ha sido sacudido por hechos e informes que la ceguera impostada ha sanado.

Las elecciones del Frente Popular iban a ser ganadas por cualquier medio por la coalición de izquierdas. Donde el fraude no se ejerció lo fue la violencia. Las élites repulicanas-marxistas de 1933 derrotadas e incrédulas poseían ahora la suficiente claridad para no dejar el destino en manos de “la incultura”, de “la religión” y de “curas”, “militares” y “fascistas”.

Sin embargo para la Historia Progresista el odio de Fergunson no acarició a las candidaturas o la política del frente popular. La global concepción del Odio resalta los matices. Solo hubo, en la Edad del Odio, en una parte de la trama. En la parte “no progresista” del odio. 

Admiro la paz de las conciencias. Todo elemental y limpio: fascismo contra revolución, dictadura contra democracia. Guerra de religión contra modernidad., soldados de alpargatas raídas contra flamantes ejércitos “nazis”…

Posesos de la inspiración, la “revolución “confusa y espontánea, popular y generosa, fue “nacional “contra el extrajero. Inclusive los culpables de las inconveniencias de la “revolución “la tuvo el alzamiento que la provocó. 

Ortega-autoproclamado junto a Maeztu y Unamuno los tres únicos más inteligentes de España-en su primer periodo llegó a calificar a Pablo Iglesias y Francisco Giner “los europeos máximos”, y al socialismo como moralmente irreprochable ,no percibió las torrenteras que se agitaban en las corrientes profundas de la realidad de España-su admiración entusiasta por la Ley Azaña-la tormenta que golpeaba España. A tan privilegiada mente, no se le transparentó la significación de Delenda est Monarchia?

¡No estaba todo tan claro!

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