El pensamiento conservador español, base de la hispanidad – Antonio Nadal

Los pilares firmísimos de la hispanidad. La sangre de Pelayo, del Cid y del duque de Alba inflamó los pechos de San Martín, de Bolívar, de Santander y de Nariño; la fe de Fernando el Católico, de Teresa de Jesús y de Francisco Javier floreció radiante en Rosa de Lima, Martín de Porres y Cristóbal de Alarcón. La lengua divina «emperatriz de las lenguas armoniosas y onomatopéyicas, diosa del humano verbo», la de Berceo, Garcilaso de la Vega y de los Luises y del Quijote se tornó brillante y multicolora en Sor Josefa del Castillo, en Bello, Caro, Marco Fidel Suárez y Rubén Darío.

Sobre los cimientos de Hispania, viajeros hispanoamericanos,literatos,historiadores viajan o reflexionan sobre la España en sus orígenes. La producción bibliográfica es extraordinaria y numerosísima. Lo que se ha convertido en grotescas remembranzas y, desde los tiempos de 1968,ignorado o despreciado, hemos ,sin respuesta, descubierto en Hispanoamérica como una variedad de corrientes hispanistas, de amor a España y respeto, que nos producen rubor y vergüenza intelectual.¿Habiamos,profesores o intelectuales, leído a Donoso Cortes o Balmes, incluso Ramiro de Maeztu o Menéndez Pelayo?

Sobre una realidad no aceptada: la existencia en España de un  tronco conservador poderoso, sólido. Para los “adjetivistas” de la memoria y el género”:ultramontanos,arcaicos,integristas y finalmente “fascistas”(sic).Fatalmente para la tradición marxista española, los hegelianos fueron escasos y sin continuidad. Nada que ver con Europa: Pablo Iglesias o la Pasionaria, como referencias o las Historias Oficiales del PCE.La izquierda no pertenece a La Hispanidad, la ha combatido al igual que a la propia España.

Quedaban Ortega y Unamuno. Desiguales en el reconocimiento de la Hispanidad.

Los hitos de la historia de España y su identificación.

Estudiamos en la Facultad, es cierto, los fundamentos de la Lengua y Literatura. No conectados con La Hispanidad. Sospecho que lo hubiésemos identificado con el régimen que periclitaba, aunque nunca creímos que ocurriese.

Hace poco tiempo, revisé el periódico granadino Ideal, desde 1937 a 1945, con tranquilidad y fuera de sexenios, y existían  colaboraciones y trabajos en torno a la Hispanidad(siendo Granada lugar simbolico,solo que sometida a la tiranía estúpida de la izquierda, la toma de Granada el 2 de enero de 1492,y la extensión del Mundo, es combatida como celebración “racista” y “genocida”)de calidad variable.

Entre los reconocidos por el Hispanismo americano, en Ideal, escribe José María Salaverría (se ha reeditado una de sus obras recientemente:El literato y otras novelas cortas .Sevilla, Renacimiento, 2013.) que analiza  el significado de la conquista y habla del Cid como precursor de los conquistadores de América. «Pasa por todo el poema del Cid -escribe Salaverría- un aire de aventura y de conquista, de esperanza y de botín, de largas caminatas por territorios extranjeros, y este aire heroico-adquisitivo es como el preludio de la gran aventura de las Indias. En tal sentido, el poema del Cid es un precursor de los conquistadores o, mejor todavía, el primer conquistador.

En La Revista de America,de las Indias, en el Instituto de Cultura Hispanica,en las decenas de publicaciones-de mayor o menos nivel,pero siempre identificativas del intenso interés sobre la Hispanidad-en España o Hispanoamérica, se clasifican los fundamentos, con el lirismo de la época de España, puntos de apoyo para los americanos:

¡Seguíamos también, con ojos atentos, el movimiento cultural de la península. ¡Cuán remotos los días en que el pensamiento español daba en Trento guías y normas a la cristiandad, y Cervantes escribiera el libro inmortal, y Lope, Calderón y Tirso vaciaran en los moldes de sus peregrinos ingenios …los pintores egregios se esforzaban, con éxito, en conservar sobre sus lienzos la luz que comenzaba a palidecer en España para los otros dominios del espíritu!

Llegado el siglo XIX-sobre el que volveremos-irrumpen los grandes pensadores del “conservatismo, que advirtieron sobre El sombrío futuro preparada para España por los escritores de izquierda mediante la propaganda de ideas subversivas, anticristianas y semipaganas, siendo previsto con una claridad “casi profética” por los escritores y pensadores católicos.

1.-Donoso Cortés

Había consignado sobre el socialismo, que constituía un error creer que no había penetrado en España, y que en el instante que se rompiese el equilibrio social. veréis aquí más socialistas que en París. Si fuese interrogado se dónde salen estos monstruos,Donoso,filosofaba que En España toda novedad es admitida al instante, y lo que penetra en la nación, llega a los últimos límites de la exageración. El carácter histórico de los españoles es la exageración en todo: exageramos los vicios y las virtudes, las cosas grandes y las pequeñas… Sólo nos falta exagerar el socialismo, y lo exageraremos ciertamente. Entonces veréis lo que son los españoles enamorados de una idea buena o mala».

2.-Balmes

Al considerar los acontecimientos que venían desarrollándose en España, la siembra de ideas heterodoxas, de absurdas filosofías; al analizar causas y consecuencias, conforme a las leyes esenciales de la sociedad, temblaba por el porvenir de su patria. «Después de la Revolución francesa, escribió, le falta a Europa otro escarmiento; desgraciado el pueblo destinado a dárselo». Y para Balmes ese pueblo era España.

3.-Aparisi y Guijarro

Clamaba por la propaganda que se hacía en la patria de los principios roussonianos, de los sarcasmos de Voltaire, de las doctrinas revolucionarias, insistía en las Cortes: «Los partidos medios se van, oídlo otra vez: alborea ya el día de las grandes afirmaciones y de las grandes negaciones; el día en que cansado el pueblo de oír el pro y el contra de toda cuestión, se derramará por las calles y por las plazas volcando en el polvo la cátedra de los sofistas, y pidiendo a gritos a Jesús o a Barrabás».

4.-Juan “Vásquez” de Mella

Considerado como una de los parlamentarios más elocuentes, heredero de Donoso Cortes en las ideas y en la forma amplia, castiza, genuinamente española. Vázquez de Mella, desde la tribuna parlamentaria, los mítines callejeros, la escena de los teatros, lanzó la siembra de las doctrinas tradicionalistas, señaló el peligro de la revolución, invitó a la unión y templó el espíritu de la raza.

5.- Víctor Pradera, Ramiro de Maeztu y Jiménez Caballero, Pedro Muñoz Seca, Marquina y Pemán

Harán el papel de Pedro el Ermitaño; dirán en todos los tonos: ¡Dios lo quiere!.Estos últimos, poetas, llevaron al teatro el motivo religioso, renovando los autos sacramentales: Las figuras de Santa Teresa, de San Francisco Javier, del Cardenal Cisneros, hablando en octosílabos dignos de Calderón, surgieron en la escena española; y discurrieron triunfalmente de un extremo a otro de la Península preludiando la resurrección de la fe en los destinos de España creyente.

Resulta, a su vez, digno de análisis, las peculiaridades con que son observadas las figuras literarias españolas. La Hispanidad presenta rasgos específicos desde America,sobre aquellos que los españoles, hemos unificado en los bloques del moderantismo:

1.-W. Fernández Flórez

Humorista incomparable, que hoy milita en las derechas, en su novela El Secreto de Barba-azul puso en ridículo todo lo divino y humano, el patriotismo, el rey, la familia, el hogar. Al leer el libro, y considerar cómo se derrumbó la monarquía, se pregunta uno, si las ingeniosas bromas de Fernández Flórez no fueron hasta cierto punto más eficaces que las bombas del anarquista Ferrer.

2.-Joaquin Dicenta

En su drama Juan José, propondría con toda claridad las tesis socialistas. Los públicos de las principales ciudades españolas aplaudieron la farsa; y al salir de la representación los obreros se preguntarían si en el mundo de la realidad no había problemas más agudos de los que acababan de ver en ficción. ¡Cuántos puños cerraría para la lucha de clases el drama del señor Dicenta!(línea de investigación priorizada en la actualidad)

3.-Jacinto Benavente.

-El admirable don Jacinto, pagó tributo a la moda. En «Santa Rusia» trilogía que quedó apenas comenzada, quiso hacer de Lenín la figura central y la apología de las nuevas ideas.

«¡Aurora del mundo, Santa Rusia, siempre santa! ¿Qué puede saber de ti el que no sea capaz como tú de todos los martirios, de todos los sacrificios, de todas las abnegaciones? ¡Mi oración por ti, Santa Rusia! Y digamos con Briusow, tu poeta revolucionario: ¡Admiración y amor para estos hombres, aunque os parezcan brutales; admiración y amor para sus odios; admiración y amor para sus venganzas! ¡Pero ante todo admiración y amor para sus sueños!» Y mientras estos cantos decía en alabanza de la Rusia revolucionaria, los agentes de esa Santa Rusia estaban bolchevizando a España y preparando en Madrid y en Barcelona las checas donde debían rendir la vida los que no amaran sus odios y sus venganzas.

Grandeza imprevista de España. El siglo XIX.

No fue el XIX español un tiempo de glorias: guerras civiles, y culminación del tiempo largo, en el que se anunció a la Historia, la separación de América y la constitución de los regímenes, inspirados en el nacionalismo antiespañol. El 98 enarboló las insignias del final de la grandeza del imperio (para entonces inexistente) que había guiado a gran parte de la Humanidad.

Y fue “Como una llamarada” entre los apagados fuegos, que apareció una generación de españoles de grandeza desacostumbrada en esos tiempos de decadencia: Balmes, Pereda, Valera, Núñez de Arce, Verdaguer, Pérez Galdós, Menéndez y Pelayo…

No obstante para los que buscaban, en América, las fuentes de la Hispanidad entre los intelectuales españoles faltaba en ellos una cabal impregnación del genuino espíritu de la hispanidad y eran frutos selectísimos, pero frutos de decadencia. Por eso los desesperados lamentos  del poeta los «Gritos de combate» ( Gaspar Núñez de Arce), encontraron limitado eco.

Los sólidos pilares de la Hispanidad estaban ausentes en ellos. Valera, a pesar de su casticidad y su elegancia, su erudición , no era imán para los anhelos de un pueblo y su ironía dejaba un sedimento corrosivo de las esencias españolas. O las facultades enormes, casi épicas de Pérez Galdós en la serie primera de sus «Episodios», quedaron esterilizadas por un repelente liberalismo de tertulia de cafetín, cuyo efecto desolador va creciendo en las siguientes series.

Incluso, para algunos hispanistas mejicanos y colombianos, Menéndez Pelayo, prodigio de erudición, incomparable en la facultad crítica y exactitud de juicio, faltóle arranque místico, fuego de comunicación, ímpetu de proselitismo y profecía.

Podía existir una explicación histórica, expresaban los americanos, detectando que estas deficiencias se debieron a que, grandes como eran, tocóles vivir en el período más desastroso y estéril de la historia de España, moviéndose entre una caterva de políticos prevaricadores y de turbas amotinadas.

Porque ya entonces la demagogia envenenaba el suelo que luego había de incendiar y destruir, y sus abominaciones movían a Núñez de Arce a imprecarla:

            …no eres la libertad; ¡disfraces fuera!

            licencia desgreñada, vil ramera

            del motín, ¡te conozco y te maldigo!

Ortega y Gasset

Europeizar a España

El gran asunto, dentro de España y en América, heredero de una larga tradición, explosionada en la Guerra de la Independencia, era la naturaleza histórica de la nación y su “europeización”, apellido «progresista» .Sostenían-hasta el mayor combate Ortega-Unamuno-un gran sector de la intelectualidad española la necesidad de europeizar a España. lo que significaba el proyecto de quitar a la nación sus tradiciones, su fe, su religiosidad; arrebatarle sus notas esenciales, honda raíz de sus grandezas en siglos pasados; destruir su personalidad para convertirla en servil imitadora de un positivismo de ultrapuestos.

Se incidía como en Andalucía la propaganda protestante y socialista, costeada por los evangélicos ingleses, y la actividad de los agentes americanos, que por ese entonces procuraban la independencia de Cuba, para convertirla en protectorado yanky, adquirían proporciones relevantes..

KRAUSISMO.- Don Pedro Gómez de la Serna, ministro de Gobierno, olvidándose de que España era la patria de Luis Vives, de Suárez, de Soto, de Vitoria, resolvió enviar a Alemania a un buen señor colegial que fuera al Sacro Monte, en donde dejó fama de raro, ya que no de extraordinariamente inteligente, pero no de irreligioso, a estudiar las estupendas novedades que por aquellos días primaban en el mundo.

Sanz del Río estudió a Krause y lo tradujo al castellano; después de un segundo viaje a Alemania, y se creó para él en la Universidad de Madrid la cátedra de «Ampliación de la Filosofía». Se dedicó allí a enseñar todos los peligrosos errores de los racionalistas, escépticos e idealistas germanos, tan peligrosos que la catástrofe actual de Europa es su necesaria y lógica consecuencia. Kant, Schelling, Fichte, Hegel fueron expuestos y comentados en su aula. Poca gracia parece que hizo a los comentadores alemanes la hazaña de don Julián pues lo calificaron de «filósofo de logias, metafísico de institutrices y charlatán de la alta ciencia, que la humillaba a fines demasiado prácticos».

Orti y Lara, ensayista católico, conocedor nada vulgar de las sutilezas del kantismo y del krausismo, refutó a Sanz del Río, que lo consideró siempre como un temible adversario.( Orti y Lara, filósofo y político giennense. Miguel Arjona Colomo. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses,  Nº. 11, 1957.Por haber pasado tiempo de su carrera en Granada es interesante seguir su trabajo en la Universidad, El Prof. Ollero publicó un trabajo sobre él)

CATEDRA DE SANZ DEL RIO,ORIGEN DEL PROGRESISMO.-La cátedra de don Julián Sanz del Río no fue infecunda: discípulos suyos fueron Castelar, Canalejas, Salmerón, Ginés de los Ríos, Federico de Castro, Ruiz de Quevedo y Tapia. Por obra de ellos la Universidad de Madrid se convirtió en un centro de enseñanza francamente heterodoxa. Los krausistas, dice a este propósito don Marcelino Menéndez y Pelayo, han sido más que una escuela; han sido una logia, una sociedad de socorros mutuos, una tribu, un círculo de alumbrados, una fratria; lo que la pragmática de don Juan II, llama cofradía y monipodio; algo, en suma, tenebroso y repugnante a toda alma independiente y aborrecedora de trampantojos… Cuando mandaban se repartían las cátedras como botín conquistado.

Entre quienes prendieron fuego a las iglesias, a los conventos, a las bibliotecas, los autores intelectuales, y por ende  más responsables, de la tragedia española, la historia citará algún día a su tribunal desde el señor Julián Sanz del Río, hasta don Manuel Azaña; desde don Ginés de los Ríos hasta el señor Ortega y Gasset para preguntarles por qué destruyeron la contextura espiritual de España para haberla invertebrada.

Creyeron que Durante  tiempo las juventudes españolas pensaron con Ortega y Gasset, escéptico supremo que destruye todo y nada crea salvo su mala voluntad a todo lo que tiene un remoto aroma cristiano; «España, escribió, es un pueblo morbosamente inerte en la vida pública. Es el único pueblo europeo que no ha hecho nunca una auténtica revolución… Sería una tontería negar que toda raza normal llega a cierta época de su historia en que hace su revolución. La revolución es el síntoma de la gran capacidad de inquietud».

 Y llegó la hora de la revolución, preparada por unos y anunciada por los otros, ¡y cuán sangrienta y destructora fue!…

La luminosa claridad latina de San Isidoro y los padres de Trento, de Suárez y Vitoria y Mariana, pretendía ser sustituida con la introducción a espuertas de nebulosidades y anfibologías germánicas que traducía copiosamente Ortega y Gasset, como pasto intelectual de las generaciones revolucionarias.

Este fracasado filósofo del «No es eso, no es eso», cuando vio brotar el terrorismo rojo de la simiente que sembrara, y Gregorio Marañón, que ahora escribe tan atinadas observaciones sobre la claudicación mental del liberalismo ante la astuta intransigencia de los comunistas, son reprochados en torno a lo benéficas y necesarias habrían sido cuando sus artículos  contribuyeron a la ruina, trillando el viejo surco exhausto de Voltaire o caminaban sobre los senderos agotados de Strauss y de Renán, apenas vergonzantemente decorados al gusto de la hora con las abstracciones antihispánicas arrancadas a las nieblas septentrionales.

Recordándole el famoso poema de Paul Claudel :

            «¡Diez y seis mil sacerdotes sacrificados y ni una sola apostasía!

            ¡El cielo colonizado en una sola llamarada!»

Unamuno

Unamuno, místico,se convierte en una de las figuras más reconocidas por el Conversatismo.En 1937 la Portada de la Revista Colombia la ocupa Unamuno con los líderes del Partido Conservador Colombiano. Se admiraba como , no estuvo su fe ausente de las desgarraduras del momento histórico, ni pudo rehuir del todo el acoso de la duda en la mayoría de los problemas y cuestiones. Su fe dimanaba del venero pascaliano, de aquellos altercados tremendos en que forcejeaban la mente y el corazón. Jamás probó inapetencia ni atonía, como la que alimenta la generalidad de las personas, y que en el orden intelectual se resuelve en pereza para arrostrar el tétrico enigma. Su fe estaba hecha de vacilaciones, de dolor, de lo que se adquiere a costa de sacrificio. Logró curso en la soledad de las tinieblas, y no anunciaba adhesión a los dogmas eclesiásticos.

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